OREMOS POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO


Tantas veces nosotros escuchamos decir que los lazos de la sangre atraen y por esto el bebé se acerca antes que a nadie, a sus padres, porque tiene su sangre y su vida. Si lo alejan, llora, tiende sus bracitos hasta que se vuelven a él. En su mamá encuentra su alimento y su reposo; en su padre, su seguridad y su amoroso cariño. 

No puede comprender a esta edad los sacrificios que los padres hacen por él, pero se siente inconscientemente atraído por ellos. 

Nosotros somos criaturas de Dios y nos sentimos atraídos hacia Él porque Él nos ha creado. 

Plasmó al primer hombre del barro de la tierra, le dio el aliento amoroso de la vida, le dio la vida sobrenatural de la gracia que había perdido. 

El niño tiene vínculos especiales con quienes le dieron la vida. Nosotros somos atraídos de la misma manera hacia la infinita grandeza de quién nos creó. 

Esta grandeza amorosísima, el alma la siente plenamente cuando se purifica en el Purgatorio, y la siente como una repulsión terrible cuando cae en el Infierno. 

El alma purgante tiende a subir hacia Dios; el alma condenada tiende a huir de Él, a pesar de saber que es su último fin. 

En el alma purgante la privación de Dios es amor. 

En el alma condenada es odio, y su natural atracción hacia Dios es tormento indescriptible.

No dejemos de orar para que los pecadores se conviertan y para que las almas del purgatorio vayan cuanto antes al descanso eterno.


-El Purgatorio, P. Dolindo Ruotolo-

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