DESVELANDO EL VOTO PRIVADO DE SANTA TERESA DE CALCUTA



En los años que siguieron a su profesión final, el amor apasionado de Madre Teresa a Jesús continuó empujándola a buscar formas nuevas y escondidas de expresar su amor.
La más impresionante de ellas fue un voto privado excepcional que hizo en el mes de abril del año 1942:
«Hice un voto a Dios, obligándome bajo [pena de] pecado mortal, a dar a Dios todo lo que me pidiera, a no negarle nada.»
Dios había encendido en ella una intensidad de amor cada vez mayor que la movía a hacer este magnánimo ofrecimiento.
Sólo más tarde explicó la razón:
«Quería dar a Dios algo muy hermoso» y «sin reserva».
Este voto, verdaderamente una locura de amor, expresaba el deseo de Madre Teresa de «beber el cáliz hasta la última gota» al comprometerse a decir «Sí» a Dios en toda circunstancia.
Este voto privado fue uno de los más grandes secretos de Madre Teresa.
Nadie, salvo su confesor cuya guía y permiso pidió, supo de ello. Conociendo bien la profundidad de su vida espiritual, él concluyó que su audaz petición de comprometerse con Dios de este modo no estaba basada ni en mero capricho ni en un ideal peligroso o imposible. Más bien, se construía sobre su notable fidelidad a los compromisos y a los hábitos ya bien establecidos de intentar hacer siempre lo que más agradaba a Dios. Que su confesor le diera permiso para asumir semejante obligación confirma la confianza que él tenía en su madurez humana y espiritual.

Cuando diecisiete años más tarde, finalmente Madre Teresa se refirió a su voto especial, reveló su significado: «Esto es lo que oculta todo en mí.»

El voto ocultaba ciertamente la profundidad de su amor a Dios, que motivaba todas sus acciones, especialmente su entrega incondicional a Su voluntad. Su encuentro con la inmensidad de Su amor la llamaba a responder, como explicaría ella más tarde:
"¿Por qué nos debemos dar totalmente a Dios? Porque Dios se ha dado a Sí mismo a nosotros. Si Dios, que no nos debe nada, está dispuesto a darnos nada menos que a Sí mismo, ¿responderemos sólo con una fracción de nosotros mismos? Darnos totalmente a Dios es un medio para recibir a Dios mismo. Yo para Dios y Dios para mí. Yo vivo para Dios y renuncio a mi propio yo y de este modo induzco a Dios a vivir para mí. Por lo tanto, para poseer a Dios debemos dejar que Él posea nuestra alma.



Fue este misterioso rasgo del amor lo que movió a Madre Teresa a sellar la total ofrenda de sí misma por medio de un voto y mostrar así de manera tangible su gran anhelo de estar plenamente unida con su Amado.
Para el poco iniciado en el camino del amor, esta entrega y conformidad total a la voluntad de Dios podrá parecerle una completa pérdida de libertad. Pero quien ama verdaderamente trata de realizar el deseo del amado, de cumplir sus expectativas incluso en el detalle más pequeño.
Por eso, para Madre Teresa el voto era el medio para reforzar el vínculo con Aquel que amaba y experimentar así la libertad verdadera que solamente el amor puede dar. 

Durante casi once años Madre Teresa había vivido fielmente su voto de obediencia. Como fervorosa hermana de Loreto, creía que sus superioras religiosas ocupaban el lugar de Cristo, y por eso, al conformar su voluntad y juicio a los de ellas y someterse a sus mandatos, se estaba sometiendo al propio Cristo.

Aunque se esforzaba en vivir a la perfección el exigente voto de obediencia, su deseo ardiente de demostrar su amor todavía no estaba satisfecho. ¡Quería dar más aún! Así, se comprometió con un voto a «dar a Dios cualquier cosa que Él pidiera», «no negarle nada»,y eligió por tanto considerarse responsable «bajo pena de pecado mortal».
Sabía bien que la consecuencia de un pecado mortal era la muerte de la vida de Dios en el alma y en última
Con su voto, Madre Teresa aspiraba al cumplimiento interior perfecto de lo que era más agradable a Dios, incluso en el más pequeño detalle. Con todo, el voto implicaba un compromiso de discernir cuidadosamente y obedecer las más mínimas manifestaciones de la voluntad de Dios. Esta atención habitual y amorosa al momento presente requería silencio interior y recogimiento.

«Dios habla en el silencio del corazón», diría a menudo Madre Teresa, con una convicción que brotaba de estar constantemente en sintonía con Su voz.

El voto secreto de Madre Teresa tocaba todos los aspectos de su vida diaria. Tanto los momentos ordinarios como los excepcionales se convertían en oportunidades para acoger Su voluntad y responder haciendo «algo hermoso para Dios». Madre Teresa, como su patrona Santa Teresa de Lisieux, aspiraba a «aprovechar hasta las cosas más pequeñas y hacerlas por amor».

Más tarde, lo explicó a sus hermanas:
Para el buen Dios nada es pequeño porque Él es tan grande y nosotros tan pequeños—por eso Él se inclina y se toma la molestia de hacer esas pequeñas cosas para nosotros—para darnos la oportunidad de demostrar nuestro amor. Porque Él las hace, son muy grandes. No puede hacer nada pequeño; son infinitas. Sí, mis queridas hijas, sed fieles en pequeñas prácticas de amor, de pequeños sacrificios—de pequeñas mortificaciones interiores—de pequeñas fidelidades a la Regla, que forjarán en vosotras la vida de santidad—haciéndoos semejantes a Cristo.
Insistiría de nuevo: «No busquéis cosas grandes; haced solamente cosas pequeñas con gran amor [...] Cuanto más pequeña sea la cosa, mayor debe ser nuestro amor». Vivía este principio en todo lo que hacía cada día. No le importaba que fuera grande o pequeño; todo lo que hacía era una oportunidad para amar. 



En abril de 1942, cuando Madre Teresa hizo este voto extraordinario, la participación de India en la segunda guerra mundial estaba alterando la vida de su comunidad y su escuela; su resolución de no negar nada a Dios sería puesta a prueba.

La armada británica requisó la escuela de St. Mary para convertirla en hospital militar y, como resultado, todas las religiosas e internas tuvieron que abandonar Calcuta.

Una de las internas recordaba el papel decisivo que Madre Teresa desempeñó en aquellos años difíciles:
En esa época nuestra situación financiera era muy mala. Las Hermanas de Loreto solían cuidarnos. Dependíamos de ellas. Madre nos ayudaba con la educación. Hacía muchas cosas por las niñas.

Cuando no hubo sitio en el número 15 de Convent Road para dormir ni para estudiar, comenzó a buscar lugares. Después de esto encontró un lugar en el número 14 de Canal Street. El edificio tenía cuatro cuartos grandes y un vestíbulo. Alquiló aquellos cuartos. Todas las mañanas iba allí con las niñas. Se quedaban allí todo el día, bañándose, estudiando y pasando la jornada. Por la tarde, apenas acababan las clases, Madre nos llevaba de regreso a St. Mary [la escuela en Convent Road]. 

Madre Teresa nunca perdió la clara conciencia de su propia debilidad, limitación y pobreza. Sólo la asistencia de Dios y Su gracia constante hicieron posible que se mantuviese fiel. Como explicaría ella más tarde, era totalmente consciente de que «podemos negar a Cristo como podemos negar a otros: no te daré mis manos para trabajar, mis ojos para ver, mis pies para caminar, mi mente para estudiar, mi corazón para amar. Tú llamas a la puerta pero yo no abriré. No te daré la llave de mi corazón». De ahí que Madre Teresa pidiera siempre a otros el apoyo de oraciones.

El voto de Madre Teresa fue una preparación providencial para la misión que se le abría por delante. Su promesa «de no negarle nada» expresaba su firme resolución de no poner límites a los planes de Dios para ella.

Fuente: Ven, se mi luz

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