EL CIELO Y NUESTRO AMOR A DIOS (El amor de Dios no está en los sentimientos, está en la voluntad).

 


Me temo que mucha gente vea el cielo como un lugar donde encontrarán a los seres queridos difuntos, más que el lugar donde encontrarán a Dios. Es cierto que en el cielo veremos a las personas queridas, y que nos alegrará su presencia, pero cuando estemos con Dios, estaremos con todos los que con El están.

Pero el Cielo es algo más que una reunión de familia. En una escala infinitamente mayor, Dios es más importante. 

Nunca se resaltará bastante que la felicidad del Cielo consiste, esencialmente, en la visión intelectual de Dios -la final y completa posesión de Dios, al que hemos deseado y amado débilmente y de lejos-. Y si éste ha de ser nuestro destino -estar eternamente unidos a Dios por el amor-, de ello se desprende que hemos de empezar a amarle aquí en esta vida.Si no hay un principio de amor de Dios en nuestro corazón, aquí, sobre la tierra, no puede haber la fruición del amor en la eternidad.

Para esto nos ha puesto Dios en la tierra, para que, amándole, pongamos los cimientos necesarios para nuestra felicidad en el cielo y hay un solo modo de probar nuestro amor a Dios, y es haciendo lo que El quiere que hagamos, siendo la clase de hombre que Él quiere que seamos. El amor de Dios no está en los sentimientos, está en la voluntad. No es por lo que sentimos sobre Dios, sino por lo que estamos dispuestos a hacer por Él, como probamos nuestro amor a Dios.

Y cuanto más hagamos por Dios aquí, tanto mayor será nuestra felicidad en el cielo.

(La fe explicada, Leo J. Trese)

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