Dice Nuestro Señor Jesucristo que el reino de los cielos es semejante al mercader que trata en perlas , y cuando halla una preciosa , vende todo su caudal y la compra, y las prudentes vírgenes aconsejan ir por aceite a los mercaderes.
No hay cosa más parecida al verdadero espíritu que el aceite y la perla . Porque el aceite sube y nada sobre todos los licores, sana , ablanda, purifica y acicala ; arde y sustenta la luz .
La perla es preciosa cuando es fina ; y nace del rocío, cuando abriéndose por la mañana el nácar le recibe , y cerrándose , le guarda y congela con su calor, hasta que viene a hacerse perla del color del cielo de donde el rocío bajó.
El verdadero espíritu sube y se levanta sobre todos los licores de los buenos deseos; cunde y penetra con paz, quietud silencio inefable todo el corazón en quien es derramado; sana el alma, ablanda la condición por áspera que sea; acicala lo interior, purifica la conciencia, enciende el fuego de la caridad, hace unión con Cristo , la caridad es la más preciosa joya de las virtudes ; y engéndrase del rocío de las divinas inspiraciones, cuando abriéndose el corazón por la mañana con los deseos que nacen de la oración , las recibe, y después con el recogimiento y fervor las conserva y pone por obra ; de donde resulta la perla de verdadero espíritu, que vale todo cuanto el alma posee.
(Dilucidario del verdadero espíritu, P. Jerónimo Gracian, Carmelita)
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