Él ha sido sacrificado porque lo ha querido, como el Cordero entre las manos de aquel que le sacrifica. Él ha sido sacrificado y no ha abierto la boca para quejarse. Conocemos el hecho de las Cinco Llagas. Es necesario contemplar su amor para alimentar en nuestra alma los sentimientos de gratitud que reclama este admirable y dulcísimo misterio.
¿Quién podrá comprender vuestro amor cuando os dejasteis traspasar las manos, los pies y el costado ? Fue el amor quien os hizo aceptar ese suplicio. En verdad que ellos os tenían sujeto, que os habían amarrado con cuerdas; ellos eran el número, ellos eran la fuerza; pero si Vos no lo hubieseis querido positivamente, ¿hubieran podido teneros un solo instante? Vos os entregabais aunque ellos no quisieran aprehenderos. Fue vuestro amor quien os encadenaba. Él quien mantenía en la inacción las legiones impacientes de vuestros ángeles, dispuestos a vengaros; él quien contenía vuestro poder, vuestra majestad, vuestra santidad y que reducía todos los derechos de vuestra divinidad a sufrir hasta el fin tan odiosos tratamientos. Cada uno de los malos tratamientos de vuestros verdugos lo queríais y aceptabais libremente y por amor; a cada golpe del martillo respondíais por un nuevo latido de vuestro Corazón que gritaba: ¡Amor, más amor! Y el sufrimiento de cada músculo roto, de cada nervio reventado, de cada gota de sangre que corría, le habíais previsto distintamente, aceptado individualmente, y le acompañabais del silencioso cántico de amor que cantabais dentro de vuestro Corazón a vuestro Padre y de las palabras secretas de perdón que derramabais sobre nosotros.
Golpead, verdugos, herid, desgarrad; bajo vuestra opresión, esta masa enrojecida arroja sin cesar torrentes de amor más puro, más ardiente y más dulce. Abrid esas manos que han trabajado tanto, esos cansados pies, y mostradnos el amor que les sostenía y les conducía, que hacía esas manos tan benéficas, esos pies tan bellos y tan presurosos en correr al socorro de todas las miserias. Abrid, abrid sobre todo su pecho, y que veamos descubierto ese Corazón que animaba aquella vida, dedicada por completo a hacer el bien, el foco de tantas palabras de luz y de vida, la fuente de tanto amor y de tanta ternura, el centro de tantas virtudes humildes y sublimes, fuertes y dulces, tan humanas y a la vez tan divinas.
Vuestras Llagas, oh Jesús, son la grande lección del amor que sufre por los que ama, la lección de la paciencia en el sufrimiento. Su vista es quien ha sostenido a los mártires en los suplicios. Sólo su vista puede dar la paciencia sobre natural en ese otro martirio, al cual estamos expuestos todos, de las heridas, de las debilidades, de las enfermedades," con su cortejo necesario de dolorosas operaciones y de inclinaciones aun más dolorosas, de remedios insoportables y de humillantes sujeciones. Yo sufro cruelmente: mis nervios están excitados violentamente; las crisis agudas se suceden y se prolongan; mi llaga está envene nada; yo me siento roer por estas úlceras; un fuego interior me consume, la fiebre me devora. ¡ Cuán largos son mis días y cuánto más largas son mis noches! Muchos años ha que estoy en este tormento; ¿cuánto tiempo durará todavía? Meses, años tal vez, siempre quizás. ¡ Oh martirio! ¡ Oh misterio cruel! Sufrir, siempre sufrir! Este es un infierno. ¿Qué he hecho yo para esto? ¿Lo he merecido más que otros ? Á estas terribles cuestiones que mi razón no puede resolver; a estas quejas que nada en el mundo puede apaciguar, ¡ah! bendito y mil veces bendito seáis por haber dado la respuesta sufriendo primero por amor hacia mí, oh Jesús. Vos no merecisteis esos sufrimientos. Vos podíais satisfacer la justicia de vuestro Padre por mil otros medios que sabe vuestra sabiduría infinita; pero Vos pensabais en mí; Vos sabíais que yo sufriría y que debía padecer la tortura del hierro y del fuego en mis miembros y quisisteis darme ejemplo y valor.
Heroico Jesús, de un solo golpe Vos habéis sufrido más que cualquiera criatura humana, y habéis tenido más dolor que el que todas juntas pudieran tener. Las manos y los pies perforados, atravesados por gruesos clavos a fuerza de martillo, después de que los azotes han herido vuestras espaldas y descubierto vuestras costillas; después que la corona, clavando sus dardos en vuestra cabeza y en vuestra frente, ha herido tan profundamente ese centro de toda sensación, destrozándola de dolor! ¡Oh Jesús! ¡Oh Jesús! ¡Y todo esto única mente por mí! ¡Y en un cuerpo tan delicado, tan sensible! ¡en un organismo tan perfecto! ¡Y todo esto sin tregua, sin alivio, sin que una sola gota de agua haya refrescado vuestros labios, ni una sola gota de aceite mitigado el fuego de vuestras Llagas, ni una sola gota de vino fortificado vuestras carnes; sin que un solo lienzo ó una sola venda haya ceñido esas Llagas y contenido esa sangre y sujetado esas carnes destrozadas.
¡Ah, si se unen conmigo, de todos los tiempos y todos los lugares, los mutilados, los heridos, los sentenciados! Aquellos a quienes el cáncer, la úlcera, la lepra ó la gangrena devora incurablemente, todos aquellos que están en el suplicio del sufrimiento corporal y ellos conmigo, debemos confesar que nuestras torturas no son comparables a las vuestras y que en la hora sola en que vuestros pies y vuestras manos fueron atravesados, habéis sufrido más que nosotros. ¡ Y todo lo padecisteis sin quejaros, sin enojaros ni contra el mal, ni contra los verdugos que os torturaban, ni contra vuestros amigos que os abandonaban! ¡Y era el amor quien os entregaba á ese suplicio, el amor quien os mantenía en él el amor quien cerraba vuestra boca á las quejas y derramaba en vuestro mirar aquella dulzura, aquella paz, aquel abandono!
¡Gracias, gracias, oh Jesús! Yo tengo el secreto de mi sufrimiento, el remedio a mi impaciencia: tengo la respuesta a mi razón preocupada y á los gritos de mi naturaleza que sucumbe. ¡Que yo os vea, y basta! Si me quejo más, si lloro, si desfallezco, á lo menos que mi mano oprimiendo vuestra imagen, que mis labios besando vuestras Llagas, que mis ojos fijos en Vos os digan que yo acepto todo por Vos y que mi amor pronuncia el sí que triunfa de mí mismo y del dolor y que á pesar de todo, os amo. Mas estos surcos en las manos y en los pies de Jesús son demasiado profundos para no ser más que los caracteres grabados de esta grande lección de la paciencia en el sufrimiento. Verdugos, ¿qué hacéis, pues? ó mejor dicho, amor que los obliga a hacer ciegamente tu obra, ¿en qué los empleas ya? Y el amor ha dicho: Atravesad, herid, abrid más. Yo quiero que estas Llagas sean un santuario y una fortaleza, un asilo y un refugio, un retiro y una morada, un puesto y un abrigo. Yo quiero que entren allí, que habiten allí, que estén allí cómodamente, que se abriguen allí y que puedan ocultarse y desaparecer enteramente. Venid a mí todos los que sufrís, que estáis apenados, alarmados, tentados, acusados, engañados, traicionados, calumniados, desconocidos, despreciados, vacilantes, amenazados, perseguidos, abandonados, agobiados, atemorizados, desesperados; vosotros, cuyos ojos lloran, cuyo corazón sufre, cuyo espíritu está sumergido en las tinieblas, cuya alma está bañada en la amargura, y la vida rota para siempre; vosotros los que no veis por todas partes más que espantosas tempestades, ó un silencio aun más desolador; quienes quiera que seáis, cual quiera que sea vuestro dolor y su duración y su causa; que lo hayáis merecido por vuestros pecados ó que sólo sea una prueba, venid á mí. No desesperéis, no os condenéis; cesad de descender hacia el abismo; ó si el abismo os llama inexorablemente, arrojaos en el abismo de mis Llagas y de mi Corazón! mi Corazón os está abierto. Yo os espero allí con las manos abiertas llenas de bálsamos saludables. ¡Yo los verteré sobre vuestros dolores, con una atención y una delicadeza y una paciencia que la mejor de las madres ignora para su hijo, ni el más caritativo de los médicos para su enfermo de predilección!
¡Oh palabra de vida, de paz, de esperanza y de salud para mi pobre alma culpable y desgraciada! Pero ¿donde estáis, Jesús? ¿Acaso me esperáis en el Calvario de Jerusalén? ¿Acaso en el cielo deberé buscar vuestras Llagas para refugiarme en ellas? ¡Oh Jesús! ¡Nosotros estamos muy lejos del Calvario y mucho más lejos del cielo todavía! ¿No podremos encontrar vuestras Llagas en el mismo lugar de nuestros sufrimientos, y a nuestro lado, cerca de nosotros? Y si solamente el Crucifijo bendito me ofrece el ejemplo, y la gracia, y el refugio de vuestras Llagas, oh Jesús, aun ese Crucifijo no es más que una imagen y un recuerdo; necesito más: vuestras Llagas con la Sangre, con el amor, vuestras Llagas con Vos mismo, Vos que habéis sufrido y que me habéis amado! Y el amor ha prevenido este deseo y satisfecho esta necesidad de mi Corazón! En la Hostia, bajo el velo Sacramental, el Salvador guarda en sus manos, en sus pies y en su costado las llagas de su Pasión; ellas permanecen abiertas y continúan destilando su bálsamo compuesto de la sangre, del sufrimiento y del amor de Jesús, y ellas nos lo aplican. Y estas Hostias están por todas partes; estas Hostias os siguen, os envuelven y os contienen, y son, en verdad, el Jesús que ha sufrido por vosotros, y es él mismo quien os presenta abiertos, hospitalarios y seguros esos refugios tan sagrados y dulces. Entrad en ellos por la comunión; penetraréis mucho más por la comunión en las llagas del Salvador que lo que penetraron los clavos y la lanza del centurión; entraréis en ellas más profundamente que Tomás. Besad en espíritu la entrada de estos saludables retiros; pegad vuestra boca a esas venas de una agua tan límpida y tan fresca; dejad esas fuentes puras correr sobre vosotros y cubriros; bañaos en esas aguas de vida; verted sobre vuestras llagas la esencia de esas rosas encarnadas; en fin, reposad y gustad en ellas cuán dulce es el Señor. Haced a menudo, haced todos los días esta consoladora experiencia; pero tened fe y confianza, y bendecid con los acentos de la verdadera gratitud á la Hostia de las Cinco Llagas, a la Hostia del sufrimiento, aceptada y deseada y llevada por amor, la Hostia en que el Salvador os da todas las gracias, todos los ejemplos, todas las virtudes de su sufrimiento; la Hostia que os rendirá la paciencia y la resignación, la fuerza y la esperanza, la Hostia que habrá sufrido vuestros propios dolores con vosotros, en vosotros y más que vosotros, uniendo a sus Llagas vuestras llagas, todas vuestras llagas, las de vuestros miembros y las de vuestra alma, para curarlas, santificarlas y hacerlas fecundas.
MANUAL DE LA ADORACIÓN DEL SANTISIMO SACRAMENTO POR EL R. P. A. TESNIERE de la Congregación del Santísimo Sacramento.























