ANÉCDOTAS DEL SANTO CURA DE ARS (SAN JUAN MARÍA VIANNEY)

 



 YO LO MIRO Y ÉL ME MIRA 
El santo cura de Ars veía muchas veces en su Iglesia a un campesino, que se llevaba unos días consigo sus herramientas, su pala. Advir­tió el cura que ese hombre nunca utilizaba ni libros de rezos, ni rosario, y que se conten­ta­ba con mirar, frente a sí, el tabernáculo. Un buen día le preguntó el sacerdote: «Mi querido amigo, dígame, ¿Qué oración reza usted cuando está en la Iglesia?» «¡Oh, Señor cura! – Respondió el campesino – «son muchas las veces que no puedo rezar. Entonces simplemente yo lo miro y Él me mira». Compren­dió el santo cura lo que quería decir aquel hombre. ¡Ojalá tengamos o alcance­mos algo de esta oración de este humilde campesino!

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Portarse como los muertos

El Santo Cura de Ars contaba la siguiente anécdota:

“Un santo dijo un día a uno de sus religiosos:

-    Ve al cementerio e injuria a los muertos.

El religioso obedeció, y al volver el santo le preguntó:

-    ¿Qué han contestado?
-    Nada.
-    Pues bien, vuelve y haz de ellos grandes elogios.

El religioso obedeció de nuevo.

-    ¿Qué han dicho esta vez?
-    Nada tampoco.
-    ¡Ea!, replicó el santo, tanto si te injurian, como si te alaban, pórtate como los muertos.

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Un día de 1855, la señorita Bossan le pidió al padre Vianney que la bendijera, porque se iba a casar. 
En lugar de bendecirla, el santo se echó a llorar y le dijo: - Oh, hija mía, qué desgraciada será usted. - Entonces, ¿qué puedo hacer? - Entre en el convento de la Visitación. 
Así lo hizo con el nombre de María Amada y murió como maestra de novicias el 13 de agosto de 1880 con 49 años.

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En una ocasión, el diablo le dijo por medio de un poseso: Tú me haces sufrir. Si hubiera tres como tú en la tierra, mi reino sería destruido. Tú me has quitado más de 80.000 almas

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Mucha gente consideraba al padre Vianney como un santo y quería tener alguna reliquia suya. Por eso, le robaban los objetos más diversos, desde las velas del altar hasta cosas personales. Cuando se cortaba el cabello, tenía mucho cuidado en quemarlos para evitar que el barbero pudiera regalarlos. En una ocasión, le cortaron hasta trozos de su sotana. Viendo este afán por obtener recuerdos suyos como reliquias a toda costa, dijo un día con buen humor: Yo creía que convertía pecadores y resulta que fabrico ladrones

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Con frecuencia, algunos de sus colaboradores le decían: Señor cura, usted estará muy cansado de tanto confesar, y él respondía sonriendo: “Ya tendré tiempo de descansar en el cementerio”

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Sebastián Germain era muy conocido del santo cura y le había ayudado a misa muchas veces de niño. Un día de julio de 1859, fue a visitarlo y lo encontró en la plaza rezando el rosario. El padre Vianney, antes de que le explicase el motivo de su visita, le dijo: - Toma cuatro rosarios para tus hijos. - Pero señor cura, yo solo tengo tres hijos. - El cuarto será para tu hija. Al año siguiente, nacía la pequeña María que llenó de alegría el hogar.

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Después de haber celebrado la fiesta del Corpus Christi, les decía en el sermón: Hoy nuestro Señor se ha paseado (en procesión) por la parroquia para bendecirlos. Cuando pasen por esos caminos por donde Él ha pasado, digan: Nuestro Señor ha estado aquí. ¡Qué reconocimiento deberíamos tener, pensando 304 Lassagne, Memoria 3, p. 77. 305 Monnin, tomo 2, p. 525. 306 Esprit, p. 96. 102 en esta felicidad! Cuando Él pensó en darnos un alimento para nuestra alma, echó una mirada sobre las cosas creadas y no encontró nada apropiado para saciar el alma. Entonces, decidió darse a sí mismo en alimento del alma. El alimento es su cuerpo, sangre, alma y divinidad
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Un sacerdote le preguntó: Dígame cuál es su secreto para tener dinero. Yo tengo necesidad para mi iglesia. Le respondió: Mi secreto es darlo todo. Délo todo y tendrá dinero.

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Después de un sermón, alguien le preguntó: Señor cura, ¿por qué, cuando usted reza casi no se le entiende y, cuando predica, usted habla tan fuerte? Porque, cuando predico, hablo a sordos, a gente que duerme, mientras que, cuando rezo, hablo con el buen Dios que no está sordo

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Cuando en 1843 estuvo gravemente enfermo y a punto de morir, el doctor Saunier pidió a tres médicos más que vinieran para ver qué podían hacer. El santo, al ver a los cuatro médicos reunidos junto a su cama, sin perder el sentido del humor, dijo: - Estoy sosteniendo en este momento un gran combate. - ¿Contra quien, señor cura? - Contra cuatro médicos. Si llega otro, me doy por muerto

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En una oportunidad, en medio de la multitud, un hombre se permitió llamarle con palabras poco cultas. El santo cura le preguntó: - ¿Quién es usted, amigo mío? - Soy protestante. - ¡Oh, mi pobre amigo! Usted es pobre, muy pobre, los protestantes ni siquiera tienen un santo cuyo nombre puedan dar a sus hijos. Se ven obligados a pedir nombres prestados a la iglesia católica

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Vuestro marido se ha salvado

En una ocasión, al entrar en la iglesia parroquial, vio a una mujer llorando. Se dirigió a ella e iluminado por Dios, le dijo: Vuestra oración, señora, ha sido oída. Vuestro marido se ha salvado. La mujer no salía de su asombro ante esas palabras, porque su marido no había sido practicante de la religión y su muerte fue repentina. El Cura de Ars añadió: Acordaos de que un mes antes de morir, cogió de su jardín la rosa más bella y os dijo: “Llévala a la imagen de la Virgen Santísima…” Ella no lo ha olvidado.



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Un rico protestante tuvo un diálogo con el santo. Al final, le regaló una medalla de la Virgen. El protestante le dijo: Usted da una medalla a un herético, pues para usted yo soy un herético, pero yo confío en Cristo que dijo: “El que cree en mí, tendrá la vida eterna”. Y le respondió: “Amigo mío, también Jesús ha dicho: El que no escucha a la Iglesia, sea considerado como un pagano (Mt 18, 17). Él dice que hay un solo rebaño y un solo pastor. Él ha puesto a Pedro como jefe de su rebaño. No hay dos maneras buenas de servir a Nuestro Señor. Sólo hay una que es servirle como Él quiere ser servido”

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Llegó a Ars una señora enlutada, pues acababa de perder a su esposo que se había suicidado, y temía por su salvación. Al pasar el santo cura delante de ella para ir de la iglesia a la casa parroquial, se detuvo y le dijo: Se ha salvado. Está en el purgatorio y hay que rezar por él. Entre el parapeto del puente y el agua pudo hacer un acto de arrepentimiento. Acuérdese que en el mes de mayo su esposo, aunque incrédulo, se unía a sus oraciones en honor de la Virgen María. Esto le mereció la gracia del arrepentimiento final

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El padre Denis Chaland asegura: Yo tenía unos 21 ó 22 años y fui a confesarme con el padre Vianney. Me hizo entrar en su habitación y me arrodillé. Hacia la mitad de la confesión, hubo un temblor general en la habitación. Sentí miedo y me levanté. Pero él me tomó del brazo y me dijo: “No tengas miedo, es el demonio”. Mi emoción fue muy fuerte



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Otra vez, una empleada de la familia Cinier fue a confesarse y se calló algo grave. Él le dijo: ¿Y aquello, por qué no lo dices? Ella pensó: ¿cómo lo sabe? Y él, como respondiéndole, exclamó: Tu ángel de la guarda me lo ha contado

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Dios le hizo conocer que uno de sus amigos difuntos estaba en el purgatorio. Cuando estaba en el momento de la consagración, tomó la hostia entre sus dedos y dijo: Padre santo y eterno, hagamos un cambio. Tú tienes el alma de mi amigo en el purgatorio y yo tengo el cuerpo de tu Hijo entre mis manos. Libera a mi amigo y yo te ofrezco vuestro Hijo con todos los méritos de su Pasión. Y, al momento de la elevación, vio el alma de su amigo rebosante de alegría subir al cielo. Por eso, solía decir: Cuando queramos obtener algo del buen Dios, ofrezcamos a su Hijo con todos sus méritos y no nos podrá rehusar nada

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Instituyó la Cofradía del Santísimo sacramento y un buen número de hombres se anotaron. Los jefes de las principales familias dieron ejemplo. Y él decía: Los hombres tienen un alma que salvar al igual que las mujeres. Ellos son los primeros en todo. ¿Por qué no pueden ser también los primeros en servir a Dios y rendirle homenaje a Jesucristo en el sacramento del amor?

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