CUIDADO CON LA MALA TRISTEZA

 


"La tristeza que es según Dios, dice San Pablo, produce una penitencia o enmienda constante para la salvación", pero la tristeza del mundo causa la muerte  (2 Cor 7, 10). Así pues, la tristeza puede ser buena o mala, pero es más mala que buena, esto hizo decir al Sabio: A muchos mató la tristeza y no hay utilidad en ella (Ecles 30, 25), pues para dos arroyos buenos que nacen del manantial de la tristeza, nacen seis malos».

Por eso el demonio hace grandes esfuerzos para producir en nosotros esa mala tristeza y, para conseguir desalentar al alma y desesperarla, intenta antes que nada perturbarla. En esto no necesita hacer grandes esfuerzos para sugerir pretextos: —¿No es bastante motivo para afligirse el haber ofendido la Majestad soberana, haber ultrajado la belleza infinita, haber herido el corazón del más entrañable de los Padres? 

—Si., ciertamente—nos contesta San Francisco de Sales—; preciso es entristecerse, pero con arrepentimiento verdadero y NO con un dolor malhumorado lleno de despecho y de indignación. 

El verdadero arrepentimiento, como todo sentimiento inspirado por el buen Espíritu, es sosegado, pues donde hay perturbación no está el Señor). La tristeza mala turba el alma, la llena de inquietud, le ocasiona temores desordenados, causa disgusto en la oración, aturde y debilita la cabeza, deja el alma sin consejo, sin resolución, sin juicio y sin ánimo, y agosta las fuerzas; es como un invierno riguroso que marchita toda la hermosura de la tierra y aletarga a todos los animales, porque la tristeza quita suavidad al alma y la deja como paralítica y privada de todas sus facultades.

(El arte de aprovechar nuestras faltas, Jose Tissot, Misionero de San Francisco de Sales) 

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