EDUCANDO A JESÚS

Jesús aprendió a hablar escuchando a sus padres María y José, ellos dirigieron sus primeros pasos acompañando con sus desvelos y sus brazos abiertos la incipiente vida del niño. Su hijo era un niño normal pero desde el principio los dos eran conscientes que era también un niño misterio, todo el misterio de Dios habitaba en él. A ellos les es confiado el poner el nombre , Jesús, y educarlo en la tradición del pueblo elegido. 

En José y María recae la tarea más asombrosa y apasionante que existe en la vida humana: la educación del hijo. El profeta escribe el oráculo del Todopoderoso: “Cuando Israel era niño, Yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo (...). Yo enseñé a andar a Efraím, lo tomaba en mis brazos; pero ellos no entendían que Yo los cuidaba. Con vínculos de afecto los atraje, con lazos de amor. Era para ellos como quien alza a un niño hasta sus mejillas, y me inclinaba a él y le daba de comer” (Oseas 11, 1-4). Si los cristianos han visto en este oráculo la referencia a Cristo, cómo no ver también la referencia a María y José. El Amor de Dios a Israel se compara al amor de un padre y de una madre hacia su hijo, aunque es un amor mucho más fuerte. José y María pueden aplicarse estas palabras: yo llamé, yo enseñé a andar, yo le daba de comer.

(José Gálvez Krüger, IX Congreso de Josefología, Polonia)

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