LA TRINIDAD ES EL TODO


 

Allí donde actúa el Padre, allí opera el Hijo y el Espíritu Santo.  Viven de una misma Luz, de un mismo Amor, gozan de una misma beatitud en la contemplación de su propia Belleza eterna, en la posesión de una misma Divinidad a Tres.

El Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, el Padre y el Hijo se aman y nos aman en el Espíritu Santo, como nos conocen en el mismo Verbo.

Plenamente de acuerdo, en su consejo eterno, los Tres han decidido asociarnos a su vida íntima para que seamos «consumados» en Ellos «en la unidad».

Así el más inescrutable de los misterios se ha convertido para nosotros en el más familiar, el más caro (querido) a nuestras almas.  Nuestra vida espiritual no es más que una extensión de la vida de la Trinidad.  ¿Cómo no vendría el Padre a habitar en nosotros con su Hijo y su Espíritu de amor? Ahí está la Trinidad invitándonos a «vivir juntos» su amistad. 

La Trinidad en nosotros y nosotros en la Trinidad, en una vida de unión eterna: tal es el secreto de nuestro destino divino y ya, por anticipado, de nuestra felicidad acá abajo.

¿Qué importa lo demás? ¿Qué me importan todas las riquezas de este mundo si yo llegase a perder la Trinidad? Y si yo poseo la Trinidad, ¡qué me importan todos los tesoros del universo! Para mí, la Trinidad es el todo.


(M. PHILIPON, O. P., "La Trinidad en mi vida)

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