饾悁饾悑饾悅饾悁饾悕饾悅饾悇饾悓饾悗饾悞 饾悑饾悁 饾悞饾悁饾悂饾悎饾悆饾悢饾悜饾悎́饾悁 饾悇饾悡饾悇饾悜饾悕饾悁


 

Cuando ya se acercaba el d铆a de su muerte -d铆a por ti conocido, y que nosotros ignor谩bamos-, sucedi贸, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jard铆n interior de la casa donde nos hosped谩bamos, all铆 en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehac铆amos de la fatiga del largo viaje, pr贸ximos a embarcarnos. Habl谩bamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atr谩s y lanz谩ndonos hacia lo que ve铆amos por delante, nos pregunt谩bamos ante la verdad presente, que eres t煤, c贸mo ser铆a la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el o铆do oy贸, ni el hombre puede pensar. Y abr铆amos la boca de nuestro coraz贸n, 谩vidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.

Tales cosas dec铆a yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras; sin embargo, t煤 sabes, Se帽or, que, cuando habl谩bamos aquel d铆a de estas cosas -y mientras habl谩bamos 铆bamos encontrando despreciable este mundo con todos sus placeres-, ella dijo:
«Hijo, por lo que a m铆 respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qu茅 es lo que hago aqu铆 y por qu茅 estoy a煤n aqu铆, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hac铆a desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano cat贸lico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qu茅 hago ya en este mundo?»
No recuerdo muy bien lo que le respond铆, pero, al cabo de cinco d铆as o poco m谩s, cay贸 en cama con fiebre. Y, estando as铆 enferma, un d铆a sufri贸 un colapso y perdi贸 el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobr贸 el conocimiento, nos mir贸, a m铆 y a mi hermano all铆 presentes, y nos dijo en tono de interrogaci贸n:
«¿D贸nde estaba?»
Despu茅s, viendo que est谩bamos aturdidos por la tristeza, nos dijo:
«Enterrad aqu铆 a vuestra madre».
Yo callaba y conten铆a mis l谩grimas. Mi hermano dijo algo referente a que 茅l hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en pa铆s lejano. Ella lo oy贸 y, con cara angustiada, lo reprendi贸 con la mirada por pensar as铆, y, mir谩ndome a m铆, dijo:
«Mira lo que dice».
Luego, dirigi茅ndose a ambos, a帽adi贸:
«Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo 煤nico que os pido es que os acord茅is de m铆 ante el altar del Se帽or, en cualquier lugar donde est茅is».
Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guard贸 silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba.
Nueve d铆as despu茅s, a la edad de cincuenta y seis a帽os, cuando yo ten铆a treinta y tres, sali贸 de este mundo aquella alma piadosa y bendita.
(Del libro de las Confesiones , San Agust铆n)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

POEMAS A LA ANUNCIACI脫N DE MAR脥A

  饾悑饾悮 饾悁饾惂饾惍饾惂饾悳饾悽饾悮饾悳饾悽饾惃́饾惂 - 饾悇饾惂饾悳饾悮饾惈饾惂饾悮饾悳饾悽饾惃́饾惂 (饾悑饾惃饾惄饾悶 饾悵饾悶 饾悤饾悶饾悹饾悮) Estaba Mar铆a santa Contemplando las grandezas De la que de...

ENTRADAS POPULARES