CONSEJOS ANTE LAS TENTACIONES:


La estrategia fundamental para prevenir las tentaciones la sugirió Nuestro Señor Jesucristo a los discípulos de Getsemaní en la noche de la cena: «Velad y orad para no caer en la tentación» (Mt. 26,41). Se impone la vigilancia y la oración. 

a) Vigilancia.—El demonio no renuncia a la posesión de nuestra alma. Si a veces parece que nos deja en paz y no nos tienta, es tan sólo para volver al asalto en el momento menos pensado. 

Esta vigilancia se ha de manifestar en la huida de todas las ocasiones, en el dominio de nosotros mismos, particularmente del sentido de la vista y de la imaginación; en el examen preventivo, en la frecuente renovación del propósito firme de nunca más pecar, en combatir la ociosidad, madre de todos los vicios, y en otras cosas semejantes. Estamos en estado de guerra con el demonio, y no podemos abandonar nuestro puesto de guardia y centinela, si no queremos que se apodere por sorpresa, en el momento menos pensado, de la fortaleza de nuestra alma. 

b) Oración.—No bastan nuestra vigilancia y nuestros esfuerzos. La permanencia en el estado de gracia, y, por consiguiente, el triunfo contra la tentación, requiere una gracia eficaz de Dios, que sólo puede obtenerse por vía de oración.  Por eso Cristo nos enseñó en el Padre nuestro a pedirle a Dios que «no nos deje caer en la tentación». 

Y es muy bueno y razonable que en esta oración preventiva invoquemos también a María, nuestra buena Madre, que aplastó con sus plantas virginales la cabeza de la serpiente infernal, y a nuestro ángel de la guarda, uno de cuyos oficios principales es precisamente el de defendernos contra los asaltos del enemigo infernal.


-Antonio Royo Marín, teología de la perfección cristiana-

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