ANÉCDOTAS DE SAN JUAN MARÍA VIANNEY (SANTO CURA DE ARS)






Una jovencita le preguntó una vez:
 - Padre, quisiera que me diga cuál es mi vocación.
- Tu vocación es ir al cielo, le respondió él.


***

Un hombre temeroso le confió un día:
- Tengo miedo de ir al infierno.
Él respondió:
- Los que tienen miedo de ir al infierno, tienen menos riesgos de ir que los otros.

***

Después de un sermón, alguien le preguntó:
Señor cura, ¿por qué, cuando usted reza casi no se le entiende y, cuando predica, usted habla tan fuerte?   
Porque, cuando predico, hablo a sordos, a gente que duerme, mientras que, cuando rezo, hablo con el buen Dios que no está sordo.


***

Una señora piadosa tenía un esposo que no practicaba la religión
y ella rogaba mucho por su conversión, pues era cardíaco y podía morir de repente. Esta señora tenía costumbre de adornar una imagen de la Virgen que tenía en su casa. Su esposo se complacía en cortarle las flores para que las pusiera a la Virgen.
Un día, murió de repente sin recobrar el conocimiento y sin los auxilios de la religión. La esposa estaba muy triste, pensando en su posible condenación. Hizo un viaje a Ars y el santo cura le dijo: ¿No recuerda usted los ramos de flores que él cortaba para la Virgen? De esta manera, le daba a entender que se había salvado.

***

En una oportunidad, en medio de la multitud, un hombre se permitió llamarle con palabras poco cultas.
El santo cura le preguntó:
 - ¿Quién es usted, amigo mío? - Soy protestante.
- ¡Oh, mi pobre amigo! Usted es pobre, muy pobre, los protestantes ni siquiera tienen un santo cuyo nombre puedan dar a sus hijos.
Se ven obligados a pedir nombres prestados a la iglesia católica.




***

Llegó a Ars una señora enlutada, pues acababa de perder a su esposo que se había suicidado, y temía por su salvación. Al pasar el santo cura delante de ella para ir de la iglesia a la casa parroquial, se detuvo y le dijo: Se ha salvado. Está en el purgatorio y hay que rezar por él. Entre el parapeto del puente y el agua pudo hacer un acto de arrepentimiento. Acuérdese que en el mes de mayo su esposo, aunque incrédulo, se unía a sus oraciones en honor de la Virgen María. Esto le mereció la gracia del arrepentimiento final.

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Una noche, para encender una vela, había usado una carta en la que había 500 francos. Y le decía riendo al cura de Fareins, padre Dubois: Ayer fabriqué unas cenizas de lujo. Y le refirió el hecho, añadiendo: “Peor hubiera sido haber cometido un pecado venial”



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Una mañana, el maestro Juan Pertinand sorprendió a un niño, cuando estaba robando las limosnas de la misa.
Y dice: Fui con el alcalde a casa de sus padres, sin saberlo el Padre Vianney. Al día siguiente, la madre del niño fue a ver al santo cura, pensando que había sido él quien lo había denunciado, y se lo reprochó de malas maneras.
 Juan Pertinand, que oyó todos los improperios, dice que el santo oyó todo con calma y silencio. Al final, le respondió: Señora, tienen usted razón, ruegue para que me convierta

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Dios le hizo conocer que uno de sus amigos difuntos estaba en el purgatorio. Cuando estaba en el momento de la consagración, tomó la hostia entre sus dedos y dijo: Padre santo y eterno, hagamos un cambio. Tú tienes el alma de mi amigo en el purgatorio y yo tengo el cuerpo de tu Hijo entre mis manos. Libera a mi amigo y yo te ofrezco vuestro Hijo con todos los méritos de su Pasión. Y, al momento de la elevación, vio el alma de su amigo rebosante de alegría subir al cielo. Por eso, solía decir: Cuando queramos obtener algo del buen Dios, ofrezcamos a su Hijo con todos sus méritos y no nos podrá rehusar nada.

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Cuando oraba, decía palabras emotivas: Dios mío, yo te amo, aumenta mi amor en mi corazón cada vez más, desde este momento hasta mi muerte. Las decía con un acento tan vivo que todo el mundo se sentía empujado a amar más a Dios.



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Cuando había procesión con el Santísimo, le gustaba que hicieran bellos altares y, a pesar de su edad y del gran peso de la custodia, no cedía a nadie la felicidad de llevarla.
Un día, le hice observar que estaría muy cansado y él me dijo: Aquel que yo llevaba, me llevaba a mí.

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Fray Atanasio afirma: Cuando tenía dificultades, se abandonaba en las manos de Dios y me decía con sencillez que entonces se postraba ante el sagrario como un perrito a los pies de su amo.

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Fray Atanasio declaró:
En los primeros tiempos que yo estaba en Ars, había un hombre (Luis Chaffangeon) que no pasaba nunca delante de la iglesia sin entrar. Por la mañana, cuando iba a trabajar, por la tarde, cuando venía del trabajo, él dejaba a la puerta sus aperos y estaba largo tiempo en adoración delante del Santísimo sacramento. Yo estaba encantado y un día le pregunté qué le decía a Nuestro Señor durante sus largas visitas. ¿Saben lo que me respondió?: “Señor cura, yo no le digo nada. Yo lo miro y él me mira”.





FUENTE:
P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.
 VIDA Y ANÉCDOTAS  DEL CURA DE ARS

 
































1 comentario:

  1. Recomiendo la lectura de la Vida del Cura de Ars de Francis Trochú (17 ediciones), hay muchas anécdotas interesantes y emotivas.

    A un Párroco que se le quejaba que sus fieles eran poco fervorosos, le dijo: "¿Ha ayunado Ud, ha hecho penitencia, ha dormido sobre duro, ha tomado disciplina? ¡si no lo ha hecho, no tiene por qué quejarse!

    Mucha gente se convirtió solo viéndolo decir misa. En el rito lionés, se quedaba mucho tiempo después de la elevación con los brazos levantados.

    tenía el don de las lágrimas. en un sermón a lágrimas vivas, dejó todos los fieles estremecidos, hablando del Infierno, que hoy niegan muchos eclesiásticos, diciendo: "¡MALDITOS DE DIOS¡,.... ¡MALDITOS DE DIOS!...¡MALDITOS DE DIOS POR TODA LA ETERNIDAD!

    EL DEMONIO LE DIJO UN DÍA SI HUBIERA 4 SACERDOTES COMO TÚ EN FRANCIA, MI REINO TERMINARÍA AQUÍ.

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