CARGAR CON LA CRUZ


 

Que cargue con su cruz. ¡La suya propia! Que ese tal, ese hombre, esa mujer excepcional que toda la tierra no alcanzaria a pagar, cargue con alegría, abrace con entusiasmo y lleve con valentía sobre sus hombros la propia cruz y no la de otro: 

-la cruz, que mi Sabiduría le fabricó con número, peso y medida;

 -la cruz cuyas dimensiones: espesor, longitud, anchura y profundidad, tracé por mi propia mano con extraordinaria perfección; 

-la cruz que le he fabricado con un trozo de la que llevé al Calvario, como fruto del amor infinito que le tengo; 

-la cruz, que es el mayor regalo que puedo hacer a mis elegidos en este mundo; 

-la cruz, constituida, en cuanto a su espesor, por la pérdida de bienes, las humillaciones, menosprecios, dolores, enfermedades y penalidades espirituales que, por permisión mía, le sobrevendrán día a día hasta la muerte;

 -la cruz, constituida, en cuanto a su longitud, por una serie de meses o días en que se verá abrumado de calamidades, postrado en el lecho, reducido a mendicidad, víctima de tentaciones, sequedades, abandonos y otras congojas espirituales; 

-la cruz, constituida, en cuanto a su anchura, por las circunstancías más duras y amargas de parte de sus amigos, servidores o familiares; 

-la cruz, constituida, por último, en cuanto a su profundidad, por las aflicciones más ocultas con que le atormentaré, sin que pueda hallar consuelo en las creaturas. Estas, por orden mía, le volverán las espaldas y se unirán a mí para hacerle sufrir.

Que la cargue: que no la arrastre, ni la rechace, ni la recorte, ni la oculte. En otras palabras, que la lleve con la mano en alto, sin Impaciencia ni repugnancia, sin quejas ni criticas voluntarias, sin medias tintas ni componendas, sin rubor ni respeto humano, que la plante en su corazón por el amor, para transformarla en zarza ardiente, que día y noche se abrase en el puro amor de Dios, sin que llegue a consumirse. 

(CARTA A LOS AMIGOS DE LA CRUZ

San Luis de Montfort)

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