MOSTRÁOS CON UNA LUZ MÁS VIVA



¡Oh Bondad inmensa!; ¡con cuánta ternura
me habéis siempre tratado! Cuando yo era nada, Vos me
criasteis; cuando os abandono, me buscáis; cuando huyo,
me detenéis y me, atáis con vuestro amor. 
¡Qué feliz sería si pudiera multiplicar mi corazón 
para poder amaros cien mil veces más de lo que os amo, 
para poder alabaros sin cesar! 
¡Qué dichosa es el alma a quien miráis con misericordia, 
a quien de tal modo ganáis con vuestro amor que
no pueda más encontrar descanso sino en Vos!
Ya que Vos sois la Sabiduría eterna a quien amo y a
quien adoro, no despreciéis a vuestra criatura; compadeceos 
más bien de este pobre corazón, helado y yerto por
las vanidades del mundo. Sacadlo de sus lazos y de sus
tinieblas, iluminadlo, y otorgadme la gracia de poder
acercarme a Vos.
¿Será posible amarnos y no decirnos nada? Ya lo sabéis; 
mi corazón no descansa más que pensando en Vos,
y suspirando por vuestra presencia. El verdadero amante 
no desea otra cosa que gozar de la presencia del amado: 
y si queréis que a Vos solamente ame, y que os ame
cada vez más, es preciso que se me os mostréis con una
luz más viva, y que me concedáis un conocimiento
 todavía mayor de vuestra Bondad.

-Beato Enrique Suson-

ÚNICA APARICIÓN DE SAN JOSÉ SOLO

 


El 7 de junio de 1660, hace más de 360 años, San José se apareció a un joven pastor en el monte Bessillon, en la localidad francesa de Cotignac. Esta es la única vez en la que el Santo Custodio de la Familia de Nazaret se apareció solo, un hecho reconocido por la Iglesia Católica.

 El 7 de junio de 1660, el pastor Gaspar Ricard d´Estienne se refugió con sus animales a la sombra de los árboles del cerro del Bessillon, en la provincia de Var, municipio de Cotignac (Francia). Estaba sediento, pues hacía mucho calor. De pronto, un hombre de contextura imponente surgió delante de él y señalando una roca, le dijo:

- Yo soy José. Levanta esa roca y beberás.

- No podré, es demasiado pesada.

- Sí podrás.

Entonces, el pastor se acerca y con gran sorpresa mueve la roca al primer intento. Y una fuente de agua viva comienza a fluir en el lugar. Gaspar corre y bebe con avidez. Cuando se levanta, el hombre había desaparecido. El pastor corre a anunciar la novedad al pueblo, donde nadie le cree. Pero algunas personas deciden seguirlo para ver el supuesto manantial.

A su llegada, todos gritan de alegría, porque el agua corre en abundancia desde hace tres horas y todos constatan que la roca que Gaspar movió tan fácilmente, no se mueve, si no la empujan al menos ocho hombres juntos. Entonces, Gaspar adquiere conciencia de la fuerza que le fue dada por el cielo y exclama:

- El que estaba ahí era san José, él me dio fuerza.

Todos se arrodillan y le dan gracias a san José. Posteriormente, las curaciones obtenidas por la aplicación del agua milagrosa atraen multitudes hacia el cerro del Bessillon. El culto a san José, hasta entonces inexistente en la comarca, toma un impulso extraordinario y se extiende rápidamente por toda la Provenza. Y con los donativos recibidos y con la aprobación del obispo de Fréjus, se construye una capilla en el lugar. El rey de Francia Luis XIV decretó que, a partir de ese momento, la fiesta de san José fuera día festivo en todo el reino de Francia. Al año siguiente, el 19 de marzo de 1661, el rey consagró Francia a san José.

En marzo de 1917, el entonces Obispo de Fréjus-Toulon, Mons. Félix Guillibert, afirmó en una carta que la brevedad del mensaje de San José en la aparición de 1660 muestra que el Santo Custodio "no es hablador".

Hasta el día de hoy se puede ver en el lugar una inscripción tomada del libro de Isaías: "Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación".


- Fuente: Aciprensa -

GRACIAS, SEÑOR POR EL DÍA


Gracias, Señor, por el día,
por tu mensaje de amor
que nos das en cada flor;
por esta luz de alegría,
te doy las gracias, Señor.

Gracias, Señor, por la espina
que encontraré en el sendero,
donde marcho pregonero
de tu esperanza divina;
gracias, por ser compañero.

Gracias, Señor, porque dejas
que abrase tu amor mi ser,
porque haces aparecer
tus flores a mis abejas,
tan sedientas de beber.

Gracias por este camino,
donde caigo y me levanto,
donde te entrego mi canto
mientras marcho peregrino,
Señor, a tu monte santo.

Gracias, Señor, por la luz
que ilumina mi existir;
por este dulce dormir
que me devuelve a tu cruz.
¡Gracias, Señor, por vivir! Amén.

SANTO ERES SEÑOR, FUENTE DEL AMOR

Padre Celestial, verdaderamente eres importante 
en nuestra vida, 
eres lo más íntimo y valioso que tenemos.
Tú llenas de sentido nuestra existencia,
de paz nuestro corazón,
de esperanza nuestros malos momentos.
Tú creaste el Universo 
y dejaste a la humanidad la responsabilidad 

de llevarlo a su perfección.
Desde entonces el mundo se debate 
entre el amor y el egoísmo 
y no acabamos de conseguir un mundo 
como a ti y a nosotros nos gustaría.
Muchas personas han vivido y viven ese gran ideal 
de amor sin fronteras,
deseando ver nacer un mundo de hermanos, 
donde todos estemos unidos, 
donde sólo se hable de paz.
Nosotros nos encontramos entre ellas, 
a pesar de nuestros defectos, 
gracias a que te hemos conocido 
y, desde entonces, queremos vivir en tu Amor.
Queremos hoy y siempre agradecértelo 
y decirte con todas nuestras fuerzas, 
unidos a todos los que han compartido 
y comparten este sentimiento:
SANTO, SANTO, SANTO...
Santo eres, Señor, fuente del Amor.
De ti procede todo brote de misericordia y de generosidad.
Te sentimos como nuestro Creador y Padre, 
como Origen y Destino de nuestras vidas.
Y esto, gracias a Jesús, tu Hijo,
que un día decidió integrarse en nuestro mundo 
para decirnos directamente, sin intermediarios, 
lo que nos amas; 
para acercarnos a Ti 
y hacernos sentir tu presencia 
más profundamente que la nuestra.
Sufrió un rechazo por parte de los poderes establecidos 
y, sabiendo próxima su muerte, 
quiso reunir a los suyos para celebrar su despedida.
En esa última cena....
Éste es el sacramento de nuestra fe, 
y cada vez que lo celebramos 
sentimos especialmente tu presencia, 
esperando el momento en que vuelvas.
Jesús, queremos darte las gracias por lo que hiciste. 
Nosotros, casi dos mil años después,
te conocemos gracias a una larga cadena de seguidores tuyos 
y a tu presencia constante por encima del tiempo.
Un día te respondimos que eras Cristo 
y que queríamos seguirte por encima de todo, 
unirnos a ti en tu ideal
de hacer realidad el Reino de Dios en el mundo, 
aportando un poco de luz y sal 
en la construcción de un universo 
más fraternal y solidario.
Hoy revivimos ese compromiso 
y manifestamos querer seguir ese proceso sin límites.

-Plegarias, Deme Orte-

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO


Yo creo en el Espíritu Santo, 
Espíritu de paz y de unidad, 
que nos hace hablar una misma lengua, 
que llevará a cumplimiento 

todo lo que Jesús 
nos prometió. 
Él es el Espíritu de las promesas 
hechas desde antiguo por Dios 
y renovadas por Jesús, 
el Hijo Primogénito del Padre. 
Yo creo en el Espíritu santo 
que vive en la Iglesia, 
que habla por los profetas, 
que nos resucitará 
para una vida sin fin. 
Yo creo en el Espíritu Santo, 
Señor y dador de vida, 
aliento de todo lo bueno que existe, 
fuerza de toda vida que nace, 
soplo de toda inspiración y creación. 
Yo creo en el Espíritu Santo, 
está presente de mil maneras 
en la sonrisa abierta, 
en la mano tendida, 
en la poesía callada, 
en la música sonora, 
en el amor entregado, 
en la mirada enamorada, 
en el intento nuevo de superación, 
en el peso de los años del anciano, 
en los cálculos del laboratorio, 
en lo más oculto de nuestro barrio, 
en lo más impensado de nuestro mundo, 
en los rincones mismos de donde le echamos... 

-Álvaro Ginel-

JESÚS, PELÍCANO BUENO

 Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

- Santo Tomás de Aquino-



Desde muy antiguo, la iconografía cristiana ha representado a Jesús con la imagen de un pelícano. Su significado simbólico radica en que esta ave, en tiempos de escasez, cuando sus polluelos están muy hambrientos, en lugar de dejarlos morir de hambre, los nutre con la carne y sangre que saca de su pecho con su propio pico. Tan admirable comportamiento condujo a relacionar a esa ave con Jesucristo, quien ofrece su propio cuerpo y sangre en la eucaristía para alimentarnos. 

La eucaristía es un alimento saludable que nos hace sentirnos hermanos, comunidad, asamblea eclesial, miembros del cuerpo místico de Cristo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1 Co 10,17).

Jesús, el Pelícano bueno, se entregó con y por amor, para y por nosotros. La vivencia eucarística  es imposible sin una comunión fraterna de amor. No puede concebirse una comunidad dividida y enfrentada en desunión total. Puede haber en la asamblea pobres y ricos, de diferentes ideologías, razas y naciones; pero todos en igualdad y amor de hermanos. Y esto, ¿realmente lo hacemos vida? El amor a Dios y el amor al prójimo deben estar intrínsecamente unidos.

Fr. Rodolfo Méndez

Real Convento de Predicadores, Valencia

LA HORA DEL ESPÍRITU


 A nuestros corazones 
la hora del Espíritu ha llegado, 
la hora de los dones 
y del apostolado: 
lenguas de fuego y viento huracanado. 
Oh, Espíritu, desciende: 
orando está la Iglesia que te espera: 
visítanos y enciende, 
como la vez primera, 
los corazones en la misma hoguera. 
La fuerza y el consuelo, 
el río de la gracia y de la vida 
derrama desde el cielo: 
la tierra envejecida 
renovará su faz reverdecida. 
Gloria a Dios, uno y trino: 
al Padre Creador, al Hijo amado, 
y Espíritu divino 
que nos ha regalado; 
alabanza y honor le sea dado. Amén. 

-Liturgia de las Horas-

SAN AGUSTÍN Y EL MISTERIO DE LA TRINIDAD

 


Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad. De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. 

Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. Así el niño lo hace una y otra vez. Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta:

- "Oye, niño, ¿qué haces?" Y el niño le responde: 

-"Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo". Y San Agustín dice:

- "Pero, eso es imposible". Y el niño responde: 

-"Más imposible es tratar de hacer lo que tú estas haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el misterio de Dios".

CONTEMPLAD AL SEÑOR Y QUEDAREIS RADIANTES


Dulce es la luz, como dice el Eclesiastés, y es cosa muy buena contemplar con nuestros ojos este sol visible. Sin la luz, en efecto, el mundo se vería privado de su belleza, la vida dejaría de ser tal. Por esto Moisés, el vidente de Dios, había dicho ya antes: Y vio Dios que la luz era buena. Pero nosotros debemos pensar en aquella magna, verdadera y eterna luz que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre, esto es, Cristo, salvador y redentor del mundo, el cual, hecho hombre, compartió hasta lo último la condición humana; acerca del cual dice el salmista: Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que avanza por el desierto; su nombre es el Señor: alegraos en su presencia.

Aplica a la luz el apelativo de dulce, y afirma ser cosa buena el contemplar con los propios ojos el sol de la gloria, es decir, a aquel que en el tiempo de su vida mortal dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Y también: La causa de la condenación es ésta: Que la luz ha venido al mundo. Así, pues, al hablar de esta luz solar que vemos con nuestros ojos corporales, anunciaba de antemano al Sol de justicia, el cual fue en verdad sobremanera dulce para aquellos que tuvieron la dicha de ser instruidos por él y de contemplarlo con sus propios ojos mientras convivía con los hombres, como otro hombre cualquiera, aunque en realidad no era un hombre como los demás. En efecto, era también Dios verdadero, y por esto hizo que los ciegos vieran, que los cojos caminaran, que los sordos oyeran, limpió a los leprosos, resucitó a los muertos con el solo imperio de su voz.

Pero también ahora es cosa dulcísima fijar en él los ojos del espíritu, y contemplar y meditar interiormente su pura y divina hermosura y así, mediante esta comunión y este consorcio, ser iluminados y embellecidos, ser colmados de dulzura espiritual, ser revestidos de santidad, adquirir la sabiduría y rebosar, finalmente, de una alegría divina que se extiende a todos los días de nuestra vida presente. Esto es lo que insinuaba el sabio Eclesiastés cuando decía: Si uno vive muchos años, que goce de todos ellos. Porque realmente aquel Sol de justicia es fuente de toda alegría para los que lo miran; refiriéndose a él dice el salmista: Gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría; y también: Alegraos, justos, en el Señor, que merece la alabanza de los buenos.


Del Comentario de san Gregorio de Agrigento, obispo, sobre el Eclesiastés

(Libro 10, 2: PG 98, 1138-1139)

QUÉ HERMOSOS SON LOS PIES

¡Qué hermosos son los pies
del que anuncia la paz a sus hermanos!
¡Y qué hermosas las manos
maduras en el surco y en la mies!

Grita lleno de gozo,
pregonero, que traes noticias buenas:
se rompen las cadenas,
y el sol de Cristo brilla esplendoroso.

Grita sin miedo, grita,
y denuncia a mi pueblo sus pecados;
vivimos engañados,
pues la belleza humana se marchita.

Toda yerba es fugaz,
la flor del campo pierde sus colores;
levanta sin temores,
pregonero, tu voz dulce y tenaz.

Si dejas los pedazos
de tu alma enamorada en el sendero,
¡qué dulces, mensajero,
qué hermosos, que divinos son tus pasos! Amén.

CONSEJOS ANTE LAS TENTACIONES:


La estrategia fundamental para prevenir las tentaciones la sugirió Nuestro Señor Jesucristo a los discípulos de Getsemaní en la noche de la cena: «Velad y orad para no caer en la tentación» (Mt. 26,41). Se impone la vigilancia y la oración. 

a) Vigilancia.—El demonio no renuncia a la posesión de nuestra alma. Si a veces parece que nos deja en paz y no nos tienta, es tan sólo para volver al asalto en el momento menos pensado. 

Esta vigilancia se ha de manifestar en la huida de todas las ocasiones, en el dominio de nosotros mismos, particularmente del sentido de la vista y de la imaginación; en el examen preventivo, en la frecuente renovación del propósito firme de nunca más pecar, en combatir la ociosidad, madre de todos los vicios, y en otras cosas semejantes. Estamos en estado de guerra con el demonio, y no podemos abandonar nuestro puesto de guardia y centinela, si no queremos que se apodere por sorpresa, en el momento menos pensado, de la fortaleza de nuestra alma. 

b) Oración.—No bastan nuestra vigilancia y nuestros esfuerzos. La permanencia en el estado de gracia, y, por consiguiente, el triunfo contra la tentación, requiere una gracia eficaz de Dios, que sólo puede obtenerse por vía de oración.  Por eso Cristo nos enseñó en el Padre nuestro a pedirle a Dios que «no nos deje caer en la tentación». 

Y es muy bueno y razonable que en esta oración preventiva invoquemos también a María, nuestra buena Madre, que aplastó con sus plantas virginales la cabeza de la serpiente infernal, y a nuestro ángel de la guarda, uno de cuyos oficios principales es precisamente el de defendernos contra los asaltos del enemigo infernal.


-Antonio Royo Marín, teología de la perfección cristiana-

ZAQUEO

 Jesús, de paso hacia Jerusalén, entró en Jericó. La curiosidad y los rumores de que acababa de hacer un nuevo milagro devolviendo la vista a Bartimeo, un ciego a quien todos conocían en Jericó, hizo que una gran multitud se conglomerase en la puerta de la ciudad.

Entre esos curiosos estaba un tal Zaqueo, jefe y director de los aduaneros de la zona.  Era pequeñito de estatura, dice el evangelista por lo que, en las aglomeraciones de multitudes, estaba condenado a no ver nada, por eso, entre el mar de gentes no lograba distinguir al famoso maestro galileo. 

Pero Zaqueo era hombre tozudo, así que buscó un sicomoro que resistiera su peso, y se encaramó en él.

Cuando Jesús pasó ante él, no pudo dejar de percibir la extraña figura de aquel hombre subido como un chiquillo sobre un árbol. Quizá preguntó de quién se trataba y alguien le explicó que era un famoso ricachón que les exprimía a todos con los impuestos que, para colmo, revertían luego en las arcas romanas. A Jesús no le fue difícil adivinar qué gran corazón se escondía tras el pequeño cuerpecillo y afrontó la situación con un cierto humorismo. Comenzó por llamar a Zaqueo por su nombre, como si se tratase de un viejo camarada y siguió por autoinvitarse a su casa.

"Baja pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa" (Lc 19,5).

La sorpresa de Zaqueo debió ser enorme, pero sin hacer una pregunta, bajó del árbol y corrió hacia su casa para que todo estuviera dispuesto cuando Jesús llegase.

Pero no todos asistieron a la escena con la misma limpieza. Muchos murmuraban de que hubiera entrado a alojarse en casa de un hombre pecador (Lc 19,7). ¿Es que no había en todo Jericó un centenar de casas «limpias» que hubiera podido escoger mejor que la de ese impuro? Zaqueo es un traidor al nacionalismo judío, un enemigo del pueblo escogido y, por tanto, de Dios. 

Cuando Jesús llegaba, desde la misma puerta y ante el amplio grupo de apóstoles y curiosos que lo acompañaban, hizo una solemne proclamación: Señor, desde hoy mismo doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si a alguien le he defraudado en algo, le devolveré el cuádruplo. La misma audacia generosa que le lleva a subirse al sicomoro, prescindiendo de todo respeto humano, es la que le empuja ahora a una decisión tan radical. No va a dar una pequeña limosna, va a dar la mitad de su hacienda. No va a devolver lo que haya podido robar, va a multiplicarlo por cuatro.

Jesús ahora sonríe: he aquí alguien que le ha entendido sin demasiadas explicaciones, he aquí un corazón como los que él mendiga. Dice: Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto que éste es verdaderamente un hijo de Abraham. Y luego, repitiendo algo que ya ha dicho muchas veces, añade: Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10).

Quienes oyen esta frase sienten en sus almas un nuevo latigazo: ven en ella un nuevo reto a los fariseos, para quienes lo perdido está perdido para siempre.  ¡Otra vez el predicador que desordena el orden establecido y coloca a los pecadores y prostitutas por encima, en su interés, de los santos y los puros!.


-Jose Luis Martín Descalzo, La Cruz y la Gloria-

CONOZCAMOS EL AMOR DE CRISTO, QUE EXCEDE TODO CONOCIMIENTO (santa Rosa de Lima)


 

El Salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:

«¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: ésta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!»

Oídas estas palabras, me sobrevino un ímpetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado y condición que fuesen:

«Oíd, pueblo; oíd, todo género de gentes: de parte de Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma.»

Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente a predicar la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión y, libre y sola, con más agilidad, se había de ir por el mundo, dando voces:

«¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro inestimable de la gracia. Esta es la mercancía y logro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conociera las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres.»

De los Escritos de santa Rosa de Lima, virgen

LA DEVOCIÓN A LA EUCARISTÍA ATENÚA EL PURGATORIO


 

A Santa Gertrudis se le aparece, después de muerta, una religiosa fallecida en la flor de la edad y en gracia del Señor después de una continua adoración al Santísimo Sacramento. 

Se le aparece radiante de luz celeste, arrodillada ante el Divino Maestro que hacía salir de sus heridas gloriosas, cinco rayos luminosos que iban a tocar dulcemente los cinco sentidos de la piadosa hermana. Sin embargo ceñía la frente de ésta, una nube de profunda tristeza. 

Santa Gertrudis extrañada preguntó al Señor por qué mientras Él favorecía a su sierva de un modo tan especial, ella no parecía gozar de una gloria perfecta, Jesús responde: 

“Recién ahora esta alma fue juzgada digna de contemplar solamente mi humanidad glorificada y mis cinco heridas, en consideración a su devoción hacia el misterio Eucarístico. Pero no puede ser admitida todavía a la visión beatífica porque tiene algunas manchas pequeñísimas cometidas por ella en la práctica de la regla.

Y porque la santa intercedía por ella, Jesús le hace conocer que sin sus numerosos sufragios aquella alma no habría podido terminar su pena todavía. 

El amor que en vida había tenido a Jesús Sacramentado le hacía contemplar su Divina Humanidad, como la había contemplado velada en la Hostia Santa.

He aquí un ejemplo que demuestra cómo la Divina Eucaristía atenúa en las almas purgantes la pena de la privación de Dios.


- El Purgatorio, P. Dolindo Ruotolo-

ORACIÓN DE LA NOCHE (Padre Ignacio Larrañaga)



Padre mío, ahora que las voces se silenciaron y
los clamores se apagaron, aquí, al pie de la
cama, mi alma se eleva hasta Ti para decirte
gracias. Creo en Ti, espero en Ti, te amo con
todas mis fuerzas.
Deposito en tus manos la fatiga y la lucha, las
alegrías y los desencantos de este día que quedó
atrás. Si los nervios me traicionaron, si los
impulsos egoístas me dominaron, si di entrada al
rencor o a la tristeza, ¡perdón, Señor!
Ten piedad de mí.
Si he sido infiel, si pronuncié palabras vanas, si
me dejé llevar por la impaciencia, si fui espina
para alguien, ¡perdón, Señor! No quiero
entregarme al sueño esta noche, sin sentir sobre
mi alma la seguridad de tu dulce misericordia.
Te doy gracias, Padre mío, porque has sido la
sombra fresca que me ha cobijado durante todo
este día. Te doy gracias porque, invisible,
cariñoso, envolvente, me has cuidado a lo largo
de estas horas.
Señor, a mi alrededor ya todo es silencio y calma.
Envía al ángel de la paz a esta casa. Relaja mis
nervios, sosiega mi espíritu, suelta mis tensiones,
inunda mi ser de silencio y serenidad.
Vela sobre mí, Padre querido, mientras me
entrego confiado al sueño, como un niño que
duerme feliz en tus brazos. En tu nombre, Señor,
descansaré tranquilo. Amén.

EDITH STEIN SE CONVIERTE AL LEER EL LIBRO DE LA VIDA, AUTOBIOGRÁFÍA DE SANTA TERESA DE JESÚS (DE ÁVILA)




En el verano de 1921, Edith visita a unos amigos, éstos se marchan de viaje, ella se queda sola en la casa, va a la biblioteca y coge el primer libro que encuentra: es la Vida de Santa Teresa de Jesús escrita por ella misma. Empieza a leer el libro y no lo deja hasta que lo acaba, cuando ya es de madrugada. Cuando cierra el libro dirá: «Ésta es la verdad». 

En el libro de la Vida, Santa Teresa narra cómo Dios irrumpe en su vida, iluminándola con una Sabiduría superior, y lo narra con humildad, con transparencia, con una gran sinceridad. 

Y Edith se deja seducir por la experiencia de Teresa, porque ella da testimonio de un Dios muy distinto al de la filosofía o de la ciencia, un Dios que, antes que nada y por encima de todo, es amor, ese Dios que habita en una luz inaccesible, es cercano, y Edith ve que aquí sí está la verdad que ella busca. 

Después de leer la Vida de Santa Teresa se ilumina su propia vida, decide convertirse al catolicismo y más tarde ingresará de carmelita para caminar hacia el encuentro íntimo con Dios.

 La nueva convertida describe la experiencia de su conversión: 

“Me siento... como alguien, que estuvo en peligro de ahogarse, y al que luego en una habitación clara y caliente, se le regaló paz y acogida, aunque sigue teniendo ante sus ojos aquel mar oscuro. Qué no sentiría una persona así regalada sino una especie de «escalofrío» a la vez que una inmensa gratitud por aquel brazo fuerte, que le había cogido y salvado a tierra segura...”. 

Afirmará más tarde, “la vida me ha tirado por tierra, pero el cristianismo bendito me ha dado fuerzas para retornarla otra vez, agradecida. Por eso puedo hablar, en el sentido más profundo, de un renacimiento. 


(EDITH STEIN, UNA MUJER INTELECTUAL Y SANTA por María del Pilar Vila Griera)

SEGUIR A CRISTO POR EL CAMINO DE LA HUMILDAD Y DE LA CRUZ



Jesús reina siempre en mi corazón. El Señor me pide que sea humilde, que llore mis pecados, que le ame mucho, que ame mucho a mis hermanas, que no las mortifique en nada, ni yo me mortifique por nada, que viva muy recogida en él sin voluntad propia, completamente abandonada en la suya divina. En este valle de lágrimas no pueden faltar penas, y hemos de estar contentas por tener que ofrecer algo a nuestro amantísimo Jesús, que tanto quiso sufrir por nuestro amor. 

El camino de la cruz es el más recto para unirse con Dios y, por tanto, es el que siempre debemos desear; que el Señor no permita que yo me separe de su divina voluntad. 

¡Bendito sea Dios que nos da estos trabajos para ofrecérselos por su amor! Ya llegará el día en que nos alegremos de haberlos sufrido. Entretanto, seamos generosas, sufriendo todo, si no podemos con alegría, por lo menos con mucha conformidad con la divina voluntad, de quien tanto padeció por nuestro amor, que por grandes que sean nuestros sufrimientos, nunca llegarán a los suyos. 

Si quiere ser perfecta, procure ser lo primero muy humilde de pensamiento, palabra, obras y deseos. Estudie bien lo que esto quiere decir y trabaje con fervor para conseguirlo. Tenga siempre presente la mirada en nuestro amantísimo Jesús, preguntándole en lo íntimo de su corazón lo que quiere de usted, y no se lo niegue jamás, aunque tenga que hacer mucha violencia a su natural. 

¡Bendito sea quien nos lo proporciona todo para nuestro bien! Teniéndole a él, todo lo tenemos. 


- De las cartas y escritos de la beata María Sagrario de San Luis Gonzaga, virgen y mártir Carmelita -

EL SEÑOR ME HA DADO UNA MADRE QUE VELA POR MI


¡Oh María! son admirables tus virtudes resplandecientes, 
las prerrogativas con que has sido enriquecida; los tesoros que derramas 
sobre nosotros; tu ternura de madre, que no se parece 
a la de ninguna otra madre; tu asiento colocado junto al solio 
del Altísimo, y más rico y brillante que el 
que Salomón estableció junto a su trono para su 
madre en testimonio de amor y de respeto; 
las bendiciones que se te tributan; 
tu nacimiento, que no fué manchado, como 
el de los hijos de los hombres, sino puro 
como el rocío de la aurora; 
¿de quién eres Hija sino del Eterno Padre? 
¿quién eres sino la Madre del Verbo y la Esposa del 
Espíritu Santo? ¿quién eres sino la prometida en el paraíso; 
la que con sus plantas virginales quebrantó 
la cerviz de la serpiente, y fué concebida sin mancha 
desde el primer instante de su ser? 
Yo adoro al Señor, y lo bendigo porque 
me ha mirado con misericordia, poniendo 
en medio del azaroso camino de mi vida 
una Madre que vela por mí; una medianera a quien ha sido dado calmar la cólera del Altísimo y devolver la paz a los que la han perdido: un refugio para ponerme 
a cubierto de las tempestades que combaten mi espíritu.

-Corona Católica, José de la Luz Pacheco Gallardo-

CARIDAD DE DIOS EN LA PASIÓN DE CRISTO



Dios hace brillar su caridad en nosotros; porque, aun cuando éramos pecadores, en su tiempo murió Cristo por nosotros (Rom 5, 8-9).
Cristo murió por los impíos. Esto es grande si considerarnos quién murió; es grande también, si considerarnos por quienes murió. Porque apenas hay quien muera por un justo (Rom 5,7), apenas hay quien muera para librar a un hombre justo; aún más todavía, como se dice en Isaías: El justo perece, y no hay quien lo recapacite (57, 1).

Raro es, pues, porque es cosa grandísima, como se lee en San Juan: Ninguno tiene mayor amor que éste, que es poner su vida por sus amigos (Jn 15, 1.3). 
Pero lo que hizo Cristo: morir por los impíos e injustos, no se encuentra jamás.  Por eso con razón debe admirarse por qué Cristo hizo esto.
Si se pregunta por qué Cristo murió por los impíos, la respuesta es que con ello Dios hace brillar su caridad en nosotros, esto es, con ello nos muestra que nos ama infinitamente, pues aun cuando éramos pecadores, murió Cristo por nosotros.

La misma muerte de Cristo muestra la caridad de Dios para con nosotros, pues dio a su Hijo para que muriese satisfaciendo por nosotros: De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito (Jn 3, 16). Y de este modo, así como la caridad de Dios Padre para con nosotros se muestra por habernos dado su Espíritu, igualmente se muestra dándonos a su Hijo.

Todo esto apenas es creíble, como dice la Escritura: Obra fue hecha en vuestros días, que nadie la creerá cuando será contada (Hab 1, 5).
Porque que Cristo haya muerto por nosotros es tan sorprendente que apenas puede concebirse en nuestro entendimiento; es más, sobrepasa nuestro alcance.
Tanta es la gracia y el amor de Dios para con nosotros, que hizo por nosotros mucho más de lo que nosotros podemos creer o concebir.

(Santo Tomás de Aquino)

A LA VIRGEN DEL CARMEN



Oh Madre de la luz, Señora de los mares,
Estrella a quien invoca nuestro esfuerzo rendido,
puebla tú nuestros ojos de luces y cantares,
acalla nuestro grito en tu amor redimido.
Lluvia dulce y fecunda de nubes de promesa
transfigurando savias y trigos de sequía,
mantén entre tus manos nuestra esperanza ilesa
y enjuga nuestro llanto, vid en flor, oh María.
Privilegia a tus hijos con tu limpia mirada,
y alcancen nuestros ojos tu distancia de vuelo.
Estrella de los mares, lumbre intacta, empapada
de llanto y sal amargos. ¡Señora del Carmelo! Amén. 

APRENDE DE CRISTO LA MANERA DE AMARLE


Querido hermano: Aprende de Cristo la manera de amarle. Aprende a amarle tiernamente con todo corazón, discretamente con toda el alma, firmemente con todas las fuerzas. 
Ámale tiernamente para evitar seducciones, discretamente para precaver engaños, firmemente para superar abatimientos; de lo contrario, te verías apartado del amor de Dios y atraído por la vanidad del mundo y los placeres sensuales. 

En lugar de tan bajos deleites, sea Cristo Sabiduría quien te seduzca para que puedas resistir las sugestiones del espíritu del error y la mentira. Sea Cristo Verdad quien te ilumine para no dejarte desalentar por las contrariedades. 
Sea Cristo, Poder de Dios, quien te conforte. 
Afirma san Basilio que nos sentimos unidos por lazos de afecto y obligación con las 
personas que nos han hecho algún favor. 
Y ¿quién nos ha colmado tanto como Dios de bienes y favores? «Por eso –añade el santo– siento un inefable amor de Dios, más fácil de percibir 
que de expresar». Ya que el Señor ha sembrado en nosotros la semilla de las virtudes, exige también, sin duda, su fructificación. Por consiguiente, que la caridad de Cristo inflame tu celo, su sabiduría te lo ilumine, su firmeza te lo consolide. Sea tu celo ardiente, discreto, indomable, así ni adolecerá de tibieza, ni le faltará discernimiento. Ama, pues, al Señor tu Dios con el rebosante afecto de tu corazón. Ámalo con toda la vigilante discreción de tu alma o entendimiento. Ámalo, además, con todas las fuerzas, hasta perder el miedo a la muerte por 
su amor. 
Que nuestro Señor Jesucristo embriague de suave ternura tu afectividad, y así te 
ahuyente los dulces incentivos de la vida carnal, y un deleite supere a otro deleite. Pero que al mismo tiempo sea Cristo luz elemental para tu entendimiento y norte para tu corazón, con lo que lograrás no solo prevenirte contra las trampas engañosas de los herejes y defender tu fe de sus ardides, sino también evitar cautamente un celo excesivo e indiscreto en el trato con los demás. 

Dios es Sabiduría y quiere que se le ame tiernamente, sí, pero también avisadamente; de otra manera el espíritu del error podría con demasiada facilidad burlar tu celo. Si no tienes en cuenta lo que parece aconsejar el buen sentido, te pesará, pues el astuto enemigo no utiliza estratagema más hábil para desalojar el amor del corazón, que la de hacerte andar en el amor con paso incauto e irreflexivo. Tu amor, por otra parte, ha de ser recio y firme, sin plegarse 
ante las amenazas ni sucumbir bajo las dificultades. Ama con todo el corazón, quien resiste a los halagos. 

Ama con toda el alma, quien se mantiene inabordable a las seducciones del error. 
Ama con todas las fuerzas, quien no se abate por las ofensas. 
Luego se dice en la Regla, como sacando una consecuencia: Y al prójimo como a 
vosotros mismos, sobreentiéndase, améis. Quien ama a Dios, que ame también a su prójimo, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.

De la Exposición parenética sobre la Regla carmelitana, del beato Juan Soreth, presbítero 
(Tex. 15, cap. 4; ed. París, 1625, pp. 191192)

LA EUCARISTÍA ALIVIA LAS PENAS DEL ALMA PURGANTE

 La pena de la privación de Dios para todas las almas del Purgatorio, en especial para las más cercanas a la gloria, está inmensamente disminuida por la Eucaristía, que es la presencia velada de Jesús. 

Sabemos por tantas revelaciones que cuando se celebra Misa por un alma, ésta no sufre o por lo menos es más aliviada, justamente por la presencia de Jesús en el altar. 

Celebrándose Misa por ella y aplicándola al alma purgante, cuando no hay obstáculo de justicia que lo impida, el alma se vuelve casi como peregrina de amor sobre la tierra uniéndose a la Iglesia militante, participa en su inefable tesoro Eucarístico y se encuentra con inmenso amor cercana a Jesús, adoradora amorosísima a través del velo de la hostia santa de Jesús. 

Ninguna criatura de la tierra es adoradora de la Eucaristía como lo es el alma purgante que participa en una misa celebrada para ella y que se une a la adoración de la iglesia por Jesús Sacramentado.

-P. Dolindo Ruotolo -



ME LLAMARÁN BIENAVENTURADA

 María cantó en el Magnificat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava, y por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada…”

En efecto, a lo largo de los siglos el pueblo cristiano ha proclamado a María bienaventurada porque, en su sencillez y pobreza, fue escogida por Dios para una misión única e inigualable: la de ser Madre de su Hijo hecho hombre. Igualmente, porque María fue escogida para ser la Madre del Hijo de Dios, Él la llenó de su gracia y la hizo inmaculada desde el primer instante de su concepción y María respondió a esa gracia con su SI siempre fiel y constante al plan de salvación de Dios. 

Porque fue escogida para Madre del Hijo de Dios, permaneció también virgen a lo largo de su vida y Dios la glorificó después de su muerte, resucitándola y llevándola junto a El. 


(MARÍA, MADRE DE DIOS Y DE LA IGLESIA, Concepcionistas, misioneras de la enseñanza)



DIVERSAS ORACIONES A SAN JOSÉ



POR LA IGLESIA

Bendito José, esposo de María, quédate con nosotros este día y así como protegiste y amaste a la Virgen, amaste al Niño Jesús como a tu hijo y lo rescataste del peligro de muerte, defiende la Iglesia, la Casa de Dios, comprada por la Sangre de Cristo. 

Guardián de la Sagrada Familia, acompáñanos en nuestras pruebas. Que tus oraciones nos obtengan la fuerza para huir del error y luchar con los poderes de la corrupción para que en la vida podamos crecer en santidad y en la muerte regocijarnos en la corona de la victoria. Amén.

-------------------------------------------

POR LOS MORIBUNDOS

Padre Eterno, por el amor que le diste a San José, a quien elegiste sobre todo para 
ocupar Tu lugar en la tierra, ten piedad de nosotros y de los que están muriendo.
Padre Nuestro ... Ave María ... Gloria
Hijo eterno de Dios, por tu amor hacia San José, que tan fielmente te protegiste en la 
tierra, ten piedad de nosotros y de los que están muriendo.
Padre Nuestro ... Ave María ... Gloria
Espíritu Divino eterno, por Tu amor hacia San José, que tan cuidadosamente protegió a 
María, Tu santísima y amada Esposa, ten piedad de nosotros y de los que están 
muriendo.
Padre Nuestro ... Ave María ... Gloria

-------------------------------------------

BENDITO SEAS, SAN JOSÉ

Bendito seas, San José,
que fuiste testigo de la gloria de Dios en la tierra.
Bendito sea el Padre eterno que te escogió.
Bendito sea el Hijo que te amó.
Y el Espíritu Santo que te santificó.
Bendita sea María que te amó.
Amén

---------------------------------------------------------

PARA BUSCAR LA VOLUNTAD DE DIOS

Durante la vida terrena de Jesús, tú, oh san José, no te has preocupado de hacer cosas grandes, sino de hacer bien la voluntad de Dios, también en las cosas más sencillas y humildes, con mucho empeño y amor. Enséñame, san José, la prontitud en buscar y realizar la voluntad de Dios.

-----------------------------------------------------

DESPUÉS DE COMULGAR

Custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron en­co­men­dadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María: por estas dos que­ri­dísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Exhortación a la práctica heroica de la fe y de la caridad -San Tito Brandsma-



Suele decirse con frecuencia que vivimos en un tiempo magnífico, un tiempo de grandes 
hombres y grandes mujeres. Pero tal vez sería más cierto decir que vivimos en un tiempo de 
gran decadencia de costumbres, en el que, sin embargo, muchos sienten la necesidad de 
reaccionar para defender las cosas que les son más queridas y sagradas. 
Es comprensible el deseo de que surja un guía capaz y fuerte. Nosotros buscamos un guía que luche por una causa santa, es decir, por un ideal fundado, no en las solas fuerzas del hombre, sino en los designios divinos. 

El neopaganismo considera la naturaleza como una emanación de la divinidad, y lo 
mismo sostiene respecto de diversas razas y pueblos de la tierra, pero afirmando al mismo 
tiempo que, como una estrella difiere de otra por su brillo y esplendor, así también una raza es más pura y más noble que la otra. Y en la medida en que esta raza posee una luz más brillante, tiene también la misión o tarea de propagarla y hacerla brillar en el mundo. 
Lo que, según dicen, solo es posible si, eliminando los elementos que le son extraños, se purifica a sí misma de toda mancha. De ahí proviene el culto de la raza y de la sangre, el culto de los héroes del propio pueblo. 

A partir de un tal error, es fácil llegar a otros errores no menos funestos. Es doloroso 
contemplar el gran entusiasmo y las grandes energías que se ponen al servicio de un ideal tan erróneo e infundado. Pero es lícito aprender del enemigo. Su falsa y perversa filosofía nos puede ayudar para purificar y mejorar nuestra visión del mundo y de los hombres, y su inútil entusiasmo nos puede servir de estímulo para acrecentar el amor hacia nuestro ideal, nuestra disponibilidad a vivir y morir por él y la firmeza para realizarlo en nosotros mismos y en los demás. 

También nosotros confesamos nuestra procedencia de Dios. Y queremos igualmente lo 
que él quiere. Pero no aceptamos la doctrina de la emanación de la divinidad, y no nos 
divinizamos a nosotros mismos. 
Admitimos, sí, que procedemos de Dios, y de él, por lo mismo, dependemos. Y cuando hablamos de su reino y rezamos por la venida del mismo, no pensamos en una diferencia de raza o de sangre, sino en una hermandad universal, porque todos los hombres son nuestros hermanos, sin excluir a los que nos odian y nos combaten, sintiéndonos íntimamente unidos a aquel que hace salir el sol sobre malos y buenos.
 
En ningún caso queremos caer en el pecado de un paraíso terrestre, en el pecado de hacernos iguales a Dios. Ni instituir un culto de héroes fundado en la divinización de la naturaleza humana. 
Reconocemos la ley de Dios y nos sometemos a ella. Y no queremos romper por una 
insana y delirante valoración de nosotros mismos la dependencia que nos une al Ser supremo, del que hemos recibido la existencia.
 
Con todo, aun reconociendo la ley de Dios dentro de nosotros mismos, advertimos la 
existencia de otra ley que intenta prevalecer en nosotros contra el Espíritu de Dios. Y a veces 
sentimos, como san Pablo, nacer en nosotros el deseo de obrar diversamente; se nos hace 
difícil reconocer la imperfección de nuestra naturaleza y su íntima contradicción. Querríamos ser mejores tanto en nuestro modo de ser como en nuestras aptitudes. Y a veces pensamos ser ya lo que solamente queremos ser, por más que, reflexionando serenamente, no dejemos de reconocer nuestra imperfección y comprendamos que podemos aún perfeccionarnos mucho. 

Admitiendo además honestamente que podríamos lograrlo, si fuera mayor nuestro esfuerzo. 
Porque nada se consigue sin trabajo y sin empeño. Nos convencemos, de hecho, de que, en 
lugar de detenernos a llorar nuestras propias o las ajenas debilidades, es mejor recordar lo que interiormente se le dijo a san Pablo: «Sufficit tibi gratia mea». Te basta mi gracia. Unido a mí, lo puedes todo. 

Vivimos en un mundo que condena el amor como una debilidad que hay que superar. No 
es el amor, dicen algunos, lo que hay que cultivar, sino las propias fuerzas: que cada uno sea 
lo más fuerte posible, y que los débiles perezcan. Son los mismos que afirman que la religión 
cristiana, pregonera del amor, ha cumplido ya su tiempo y debe, por lo mismo, ser sustituida por la antigua potencia germánica. 
Así es, por desgracia. Os vienen con esta doctrina, y no faltan incautos que la aceptan de buena gana. 

El amor no es conocido. «Amor haud amatur», decía ya en su tiempo san Francisco de Asís y, algunos siglos después, en Florencia, santa María Magdalena de Pazzi tocaba en éxtasis la campana del monasterio de las carmelitas para anunciar a todo el mundo cuán bello es el amor. 
¡Oh, también yo quisiera tocar las campanas del mundo entero para decir a los hombres que es hermoso el amor! Por más que el neopaganismo repudie el amor, la historia nos enseña que nosotros, con el amor, venceremos también a este nuevo paganismo. 

No, nosotros no renunciaremos nunca al amor, y el amor nos conciliará de nuevo los corazones de los paganos. La naturaleza supera a la filosofía, y por más que una ideología se empeñe en repudiar al amor y condenarlo como una debilidad, el testimonio vivo de este amor lo convertirá siempre en una nueva fuerza capaz de vencer y unir los corazones de los hombres.

De los sermones del beato Tito Brandsma sobre la virtud heroica y sobre los santos Vilibrordo y Bonifacio. 

Entrada destacada

ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSOS

"Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su inso...

ENTRADAS POPULARES