Sabemos por tantas revelaciones que cuando se celebra Misa por un alma, ésta no sufre o por lo menos es más aliviada, justamente por la presencia de Jesús en el altar.
Celebrándose Misa por ella y aplicándola al alma purgante, cuando no hay obstáculo de justicia que lo impida, el alma se vuelve casi como peregrina de amor sobre la tierra uniéndose a la Iglesia militante, participa en su inefable tesoro Eucarístico y se encuentra con inmenso amor cercana a Jesús, adoradora amorosísima a través del velo de la hostia santa de Jesús.
Ninguna criatura de la tierra es adoradora de la Eucaristía como lo es el alma purgante que participa en una misa celebrada para ella y que se une a la adoración de la iglesia por Jesús Sacramentado.
-P. Dolindo Ruotolo -
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