JESÚS, PELÍCANO BUENO

 Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

- Santo Tomás de Aquino-



Desde muy antiguo, la iconografía cristiana ha representado a Jesús con la imagen de un pelícano. Su significado simbólico radica en que esta ave, en tiempos de escasez, cuando sus polluelos están muy hambrientos, en lugar de dejarlos morir de hambre, los nutre con la carne y sangre que saca de su pecho con su propio pico. Tan admirable comportamiento condujo a relacionar a esa ave con Jesucristo, quien ofrece su propio cuerpo y sangre en la eucaristía para alimentarnos. 

La eucaristía es un alimento saludable que nos hace sentirnos hermanos, comunidad, asamblea eclesial, miembros del cuerpo místico de Cristo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1 Co 10,17).

Jesús, el Pelícano bueno, se entregó con y por amor, para y por nosotros. La vivencia eucarística  es imposible sin una comunión fraterna de amor. No puede concebirse una comunidad dividida y enfrentada en desunión total. Puede haber en la asamblea pobres y ricos, de diferentes ideologías, razas y naciones; pero todos en igualdad y amor de hermanos. Y esto, ¿realmente lo hacemos vida? El amor a Dios y el amor al prójimo deben estar intrínsecamente unidos.

Fr. Rodolfo Méndez

Real Convento de Predicadores, Valencia

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