porque es eterno.
No es insólito llamarte
en nuestros sueños,
ni es sorpresa descubrir
que nos esperas.
No es la justicia un reclamo
que oigamos por vez primera.
El perdón no es imposible,
ni seguirte una quimera.
Pero a la vez, todo es nuevo:
el amor y los anhelos,
nuestros sueños
y tu espera.
Nuevo el grito de justicia,
nuevo el perdón y la senda
por la que seguir tus pasos,
en la que alzar tu bandera.
Cuando Tú, pobre y humilde,
nos lo muestres con tus ojos,
al fin veremos tu Reino
y habitaremos tu tierra.
José María Rodríguez Olaizola, SJ
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QUE YA ESTABAS AQUÍ
y siempre es tiempo, pues te esperamos
en la tierra sedienta de milagros,
en la duda que nos muerde,
en el sollozo ajeno
que estremece
e inquieta.
Te esperamos en el fracaso
que nos derriba,
y en el triunfo
(que no nos vuelva islas distantes),
en el perdón que se nos escapa,
en la calma que no alcanzamos.
Te acercas
en el vendaval que a veces nos sacude,
en el arrumaco que nos aquieta.
Te nos llegas, sorprendente.
Desbordas
nuestra espera de palabras nuevas
con respuesta eterna.
Y estás muy dentro
y muy fuera.
Vienes volviéndolo todo del revés,
puerta imprevista
a un cielo de pobres y pequeños,
hombro en que se recuestan
los heridos, los culpables,
los enfermos.
Ya, Señor,
Dios-con-nosotros,
Dios nuestro.
(José María Rodríguez Olaizola, sj)
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LA HERIDA
con la herida convertida en cicatriz.
El amor pasará varias facturas.
El camino nos dejará mil huellas.
Con la misma pared tropezaremos.
Alguna decepción nos hará mella.
Mas somos hijos de un Dios enamorado.
Sedientos buscadores de respuestas.
Somos pura ambición que tú sembraste,
para que así tu reino floreciera.
Al final de la vida llegaremos
con la herida convertida en cicatriz.
Lucharemos a muerte con el ego
Sentiremos que el tiempo nos aprieta,
guardaremos derrotas en la entraña,
Perderemos la música y la fiesta.
Y, con todo, seguiremos bailando
Porque así somos, humanos en tu estela.
Portadores de un fuego inextinguible.
Creyentes en un mundo sin fronteras.
Al final de la vida llegaremos
con la herida convertida en cicatriz.
Somos fragilidad entusiasmada,
soñadores que no se desesperan.
Nunca renunciaremos al mañana,
aunque en el hoy nos toque la tormenta.
Y si acaso se agrietan los motivos
por los que un día elegimos tu bandera,
agrietados seguiremos caminando,
que tu Evangelio es ahora nuestra tierra.
Al final de la vida llegaremos
con la herida convertida en cicatriz.
(José María Rodríguez Olaizola)
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AMA
contra viento y marea,
contra prudencia y cálculo,
contra seguridad y egoísmo.
Como Dios mismo, ama.
Si abrazas, no encadenes,
si reprendes, no destruyas.
No escatimes el tiempo,
la ternura o las lágrimas.
No aprisiones los recuerdos,
no embrides las historias.
Con libertad y afecto, ama.
Con incertidumbre y compromiso.
Con el corazón en carne viva
y las manos abiertas.
Con la fecundidad de quien
engendra esperanza
en silencios, canciones y versos.
Aunque tu amor sea imperfecto, ama.
Es mejor intentarlo
que endurecer la entraña
para no arriesgarlo todo.
(José María Rodríguez Olaizola, sj)
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ERES
Yo me resisto, pregunto,
quiero plantear un calendario,
un precio, una tasa.
Hasta que bajo los brazos,
abandono las pegas
y me fío de tu llamada.
Entonces descubro quién eres.
Eres espacio seguro
donde me sé en casa.
Eres mi tierra,
mi descanso, mi paga,
el abrazo que me envuelve,
la caricia que me sana.
Eres palabra
que ofrece un camino
y eres silencio que calma.
Eres fuerza sin violencia,
fiesta sin ausentes,
bienaventuranza.
Eres, en mi luto, danza
en la paz, refugio,
en la noche, llama.
Eres en mi nada, todo.
Tú eres mi única batalla.
José María Rodríguez Olaizola, sj
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NADIE ESTÁ SOLO
y te sientes herido o se te rompe la entraña.
Si se te pierde la risa
y se te callan los versos.
Aunque te duela la historia
y te amenace el presente,
si te atraviesan los miedos o se oscurece el futuro.
Es verdad que sí, que hay días grises
en que el silencio
atormenta y oprime.
Hay momentos en que la nostalgia
es distancia y es ausencia.
Hay abrazos extraviados esperando un encuentro.
Hay miedos que anuncian naufragios
y derrotas que parecen finales.
Pero nadie está solo.
Aunque a veces lo parezca.
Su palabra no se marcha y Su espíritu nos une,
fluye infatigable entre nosotros
despertando el amor dormido.
Vistiéndose de servicio, llamándonos prójimos,
llamándonos amigos.
Y trenzando en estos días inesperados
afectos que se convierten en hogar,
aunque hoy nos llueva dentro.
(José María Rodriguez Olaizola, sj)
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