Dios y Señor de las misericordias,
todo cubierto de confusión, y penetrado del dolor de
mis culpas, vengo, Señor, a vuestros pies.
Yo vengo con firme resolución de abominarlas
todas, y con un verdadero pesar de haber ofendido
a un Dios tan bueno, tan amable,
y tan digno de ser amado.
¡Ay Dios mío de mi alma!
¿Ésta es la correspondencia que merecen, Señor, vuestras piedades? ¿Éste es, Dios mío, el reconocimiento que vos esperabais de mí,
después de haberme amado, hasta derramar vuestra preciosa sangre, por librarme de la crueldad de mis enemigos, y de las llamas del infierno?
Sí, señor, yo he sido con vos muy vil e ingrato.
Os pido humildemente perdón de todos mis
pecados, dadme gracia para hacer digna penitencia de ellos; haced, Dios mío, que me llegue a
los pies del confesor, que en vuestro nombre
me espera, con las disposiciones necesarias.
Dadme luz para conocer la fealdad de mis culpas.
Dadme una verdadera contrición de ellas:, abrid mi boca, para que las confiese enteramente, a fin de que reciba dignamente el santo sacramento de la Penitencia, y obtenga vuestra divina gracia. Amen.
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