¡Oh Dios mío! Tú estás en mí
y yo en ti.
He hallado mi cielo en la tierra,
porque el cielo eres Tú que te encuentras
dentro de mí.
Aquí te encuentro y poseo,
aunque no sienta tu presencia.
Tú siempre estás ahí, en mi interior.
¡Cómo me gusta buscarte en mí!
Haz, Señor, que no te deje nunca solo”
(Santa Isabel de la Trinidad, Cartas. Obras, cfr. Div., 479).
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