SEGUIR A CRISTO POR EL CAMINO DE LA HUMILDAD Y DE LA CRUZ



Jesús reina siempre en mi corazón. El Señor me pide que sea humilde, que llore mis pecados, que le ame mucho, que ame mucho a mis hermanas, que no las mortifique en nada, ni yo me mortifique por nada, que viva muy recogida en él sin voluntad propia, completamente abandonada en la suya divina. En este valle de lágrimas no pueden faltar penas, y hemos de estar contentas por tener que ofrecer algo a nuestro amantísimo Jesús, que tanto quiso sufrir por nuestro amor. 

El camino de la cruz es el más recto para unirse con Dios y, por tanto, es el que siempre debemos desear; que el Señor no permita que yo me separe de su divina voluntad. 

¡Bendito sea Dios que nos da estos trabajos para ofrecérselos por su amor! Ya llegará el día en que nos alegremos de haberlos sufrido. Entretanto, seamos generosas, sufriendo todo, si no podemos con alegría, por lo menos con mucha conformidad con la divina voluntad, de quien tanto padeció por nuestro amor, que por grandes que sean nuestros sufrimientos, nunca llegarán a los suyos. 

Si quiere ser perfecta, procure ser lo primero muy humilde de pensamiento, palabra, obras y deseos. Estudie bien lo que esto quiere decir y trabaje con fervor para conseguirlo. Tenga siempre presente la mirada en nuestro amantísimo Jesús, preguntándole en lo íntimo de su corazón lo que quiere de usted, y no se lo niegue jamás, aunque tenga que hacer mucha violencia a su natural. 

¡Bendito sea quien nos lo proporciona todo para nuestro bien! Teniéndole a él, todo lo tenemos. 


- De las cartas y escritos de la beata María Sagrario de San Luis Gonzaga, virgen y mártir Carmelita -

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