Noviembre es el mes de las almas
del purgatorio.
Las almas del purgatorio esperan con ansia y verdadero anhelo las oraciones de las personas de la tierra para ser liberadas. No hay nada más eficaz que la Misa para aliviarlas y liberarlas pero también podemos sacrificarnos y orar por ellas.
Las almas del purgatorio esperan con ansia y verdadero anhelo las oraciones de las personas de la tierra para ser liberadas. No hay nada más eficaz que la Misa para aliviarlas y liberarlas pero también podemos sacrificarnos y orar por ellas.
Santa Gema Galgani tenía la santa costumbre de rezar diariamente los 100 réquiems por las almas del purgatorio.
Para hacer este ejercicio existe un rosario específico con 100 cuentas, en lugar de las 50 del rosario común, sin embargo, cada uno puede servirse de un rosario común de cinco decenas, teniendo en cuenta que se debe recorrer dos veces para formar los 100 Réquiem.
Este Rosario se compone por tanto, de 10 decenas, en lugar de las 5 a las que estamos habituados, de ahí que debamos dar dos vueltas a nuestro rosario común.
en las cuentas grandes se hace la ofrenda:
OFRENDA:
Padre eterno, os ofrecemos la sangre, pasión y muerte de Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José, por la remisión de nuestros pecados, la libertad de las almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.
En las cuentas pequeñas se dicen los Réquiem.
REQUIEM: Dadles, Señor, el eterno descanso y haced lucir sobre ellas vuestra eterna luz.
Al final de cada decena, se reza la Jaculatoria:
JACULATORIA:
Almas santas, almas purgantes, rogad
a Dios por nosotros, que nosotros rogaremos por vosotros para que El os dé la gloria del paraíso.
Acabadas las diez decenas, o sea la centena de Réquiem, habiendo dado dos vueltas completas a nuestro rosario común, se rezará la siguiente oración:
DE PROFUNDIS
Salmo CXXIX de David
Desde el profundo abismo de mis penas
a Ti clamo, Señor, de noche y día;
oye, mi Dios, los incesantes ruegos
de un corazón contrito que se humilla.
Estén gratos y atentos tus oídos
a mi voz lamentable y dolorida:
a Ti mis ayes y gemidos lleguen
pues a escucharlos tu piedad se inclina.
¿Si siempre airado tus divinos ojos
sobre las culpas de los hombres fijas,
quién estará confiado en tu presencia,
confundiéndonos sólo ante tu vista?
Más la eterna palabra de tu seno
que aplaque espero tus terribles iras;
porque son inefables tus promesas
y con tus gracias pecador invitas.
Así aunque mi alma acongojada gime
contemplando el rigor de tu justicia,
por tu palabra la indulgencia espera,
de que la hacen culpas tan indigna.
¡Oh pueblo electo! De mañana y noche,
en todos tus peligros y fatigas,
acógete al Señor con la confianza
que en su ley soberana nos intima.
Porque es inagotable su clemencia;
se muestra con los flacos compasiva;
de todas sus miserias los redime,
y siempre que le claman los auxilia.
Este Dios abrevie el tiempo
en que logre Israel su eterna dicha
cuando de tus pecados la liberte,
que con tanto rigor la tiranizan.
Para finalizar, encomendémonos a las almas del Purgatorio diciendo:
¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotros que sois tan amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por nosotros miserables que estamos en peligro de condenarnos para siempre.
¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio!
¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotros que sois tan amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por nosotros miserables que estamos en peligro de condenarnos para siempre.
¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio!
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