Oh Creador y Señor mío, aquí tienes todo mi ser.
Dispón de mí según Tu divina complacencia y según
Tus designios eternos y Tu misericordia insondable.
Que cada alma conozca cuan bueno es el Señor;
que ninguna alma tenga miedo de tratar con el Señor,
y que no se excuse de ser indigna y que nunca aplace para después las invitaciones de Dios,
ya que esto no agrada a Dios.
No hay alma mas miserable que yo, como verdaderamente me considero,
y estoy sorprendida de que la Majestad Divina se humille tanto.
Oh eternidad, me parece que eres demasiado corta para glorificar la infinita misericordia del Señor.
(Santa Faustina, Diario, La Divina Misericordia en mi alma)
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