Sé de una mujer que le prometió a las almas del purgatorio encender una vela bendita por ellas todos los sábados. Un sábado su marido le dijo: "Deja de hacer eso, no tiene sentido. Es ridículo, los muertos están muy contentos. No creo que necesiten que enciendas una vela, y no me interesa lo que les hayas prometido".
Por supuesto, la mujer se entristeció porque quería cumplir su promesa, aunque no quería desobedecer a su esposo. Entonces pensó: "Muy bien, la pondré en la estufa y allí no la verá". Colocó la vela en la estufa y cerró la pequeña puerta que, por cierto, tenía una ventanita también pequeña. Salió entonces de casa y al poco tiempo llegó su marido. Cuando estaba a punto de tirar algo, se dio cuenta con sorpresa de que en la estufa había una luz, así que extrañado abrió la puerta y miró dentro. Para su gran asombro, y empalideciendo totalmente, no solo vio la vela ardiendo, sino seis pares de manos juntas, en actitud orante, alrededor. Cerró la puerta y esperó a que regresara su mujer. Cuando llegó, le dijo: "¿Por qué has puesto la vela dentro de la estufa? Deberías ponerla aquí en la mesa".
-Sàquennos de aquí, entrevista a María Simma-
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