La luz del Hijo la rodea,
por él es bella sin medida,
y no hay bondad entre los hombres
que pueda serle parecida.
El Hijo santo que sostiene
es quien la tiene protegida;
para que el santo descendiera,
fue sin pecado concebida.
Desde el albor de nuestra historia,
suave, discreta y escondida,
llega María en la Escritura,
Virgen y Madre prometida.
Es ella Esposa del Espíritu,
su vientre es cauce de la vida;
es flor temprana de la Pascua,
dando a Gabriel la fe rendida.
Suba al Señor cual blanca nube
esta alabanza proferida:
a Dios bendito bendecimos
por la que fue la Bendecida. Amén.
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