Pilato, el único autorizado legalmente para ordenar ejecuciones, cede a los adversarios de Jesús y ordena la crucifixión de un hombre inocente.
Sin embargo la muerte de Jesús se debe realmente al amor y no al odio. Jesús ofrece su vida por nosotros libremente porque es la voluntad de su Padre para nuestra salvación, ofrece su vida por nosotros libremente, ¡por el perdón de nuestros pecados! De ahí que la cruz se convierte en redentora.
Nuestras cruces pueden ser redentoras también. Cuando Jesús nos invita a tomar nuestra cruz y seguirlo, nos invita a abrazar libremente aquellas adversidades inevitables, pero las cuales sabemos que son la voluntad del Padre para nuestra salvación y la salvación de los demás. Como lo hizo Jesús, con amor abnegado.
- Obispo Anthony B. Taylor, Diócesis de Little Rock -
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