Yo creo, oh Jesús, que Vos estáis verdadera y realmente presente en el Sacramento del Altar. Creo que vuestros pies y vuestras manos y vuestro pecho sacratísimos conservan bajo los velos eucarísticos, en la gloria del cielo, los signos sagrados de las Llagas que se os hicieron en vuestra pasión por los clavos y la lanza. Yo beso en espíritu, adoro con fe, considero con amor, reconocimiento y admiración esas benditas señales, y quiero fijar en ellas las miradas de mi alma, estudiarlas y comprender sus misterios.
Vos, que padecisteis todos los tormentos de la Crucifixión; Vos, que recibisteis todos los golpes de los crueles martillos; Vos, cuyo costado fue abierto y cuyo Corazón traspasado por la lanza. Y guardáis en vuestro Sacramento para darme su fruto y sus virtudes, con las cicatrices y los rastros de vuestras Llagas, todo el amor, toda la paciencia, todos los méritos que tuvisteis al recibirlos.
¡Jesús, Jesús, yo adoro vuestras cinco Llagas! Yo las adoro en el Calvario a la hora en que las recibisteis; yo las adoro en el cielo, como emblema de vuestro triunfo; las adoro en el Sacramento, como prenda de mi salud.
(Fuente: La persona del Cristo Eucarístico, R. P. A. TESNIERE)
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