SAN JOSÉ, EL MÁS SANTO DE LOS SANTOS



Después de la Virgen María, nadie ha habido ni habrá más santo que José. Su cercanía a María y a Jesús le hizo alcanzar el más alto grado de santidad.
Él fue testigo excepcional de la Encarnación.
Vio a Cristo recién nacido y lo tomó en sus brazos y lo abrazó con los más puros afectos. Y él mismo le puso el nombre, como jefe de familia.

Algunos, por eso, lo llaman a José la sombra del Padre, porque el Padre celestial lo delegó para hacer sus veces en la tierra; como su representante, para cuidar a su Hijo y ayudarlo en todo como buen padre. San Agustín llamaba a san José padre de Cristo y san Bernardo padre de Dios.

Los evangelios lo nombran varias veces como padre de Jesús. ¿Puede decirse algo más grande de algún santo que ser padre de Jesús y, a la vez, ser esposo de María, la persona humana más santa que ha existido, existe y existirá?
Decía san Juan Damasceno: José es esposo de María, nada mayor puede decirse.
San José es el camino más corto, más rápido y más seguro para llegar a María, mediadora de todas las gracias. La Virgen María a nadie amó más en la tierra, después de Jesús, que a José; lo amó con un amor total y esponsal.


¿Quién puede calcular el poder de intercesión de José ante su esposa María y ante su hijo Jesús? Su patrocinio y su poder de intercesión es superior al de todos los demás santos y ángeles, sin duda alguna.

Ubertino de Casale, un italiano gran devoto de san José de fines del siglo XIII, en su obra Arbor vitae crucifixae, dice: En todo matrimonio, la unión de corazones se realiza hasta el punto que el esposo y la esposa se consideran como una sola persona o, como dice la Biblia, como una sola carne, como una sola realidad en dos personas.
Así José se asemejó a su esposa. ¿Cómo podía el Espíritu Santo unir tan estrechamente el alma de María Virgen a otra alma, si ésta no hubiera sido semejante a ella en la práctica de la virtud? Yo estoy convencido de que san José fue el hombre más puro en virginidad, más profundo en humildad y más elevado en contemplación.

San Gregorio Nacianceno (330-390) escribió: El Señor ha reunido en José como en el sol, toda la luz y el esplendor que los demás santos tienen juntos.



El padre José María Vilaseca (1831-1910), fundador de los Institutos de Misioneros josefinos, dice: El poder de san José sobrepuja con mucho el poder de todos los ángeles y de todos los santos juntos, porque él es, a la vez, poderoso en el corazón de Dios y en el corazón de María.

El Papa León XIII en la encíclica Quamquam pluries dice: No hay duda que san José se acercó más que cualquier otra persona a la supereminente dignidad por la que la Madre de Dios es ensalzada por encima de todas las criaturas creadas. Y el Papa Pío XI dijo: Entre Dios y José no distinguimos ni podemos distinguir otro mayor que María Santísima por su divina maternidad.


Esto quiere decir que José, no sólo es mayor que cualquier otro santo, sino también que cualquier ángel. Algunos autores, para reafirmar esta idea de que José es mayor que los ángeles, citan el texto: ¿A cuál de los ángeles dijo Dios alguna vez: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy; y luego: Yo seré para Él Padre y Él será Hijo para mí? (Heb 1, 5). Estas palabras de Dios Padre, con relación a su Hijo Jesús, también las podría decir, en cierto modo, san José, pues ¿qué ángel podría decir a Jesús como José: Tú eres mi hijo?

San José es patrono de la Iglesia universal. A san Miguel arcángel también se considera patrono y protector de la Iglesia universal; pero la Iglesia solamente lo ha declarado solemnemente como tal a san José. Además, san Miguel es patrono de la Iglesia en cuanto que la defiende de Satanás y de todos sus ejércitos infernales. Su oficio es el de defender la Iglesia; en cambio, el oficio de san José es obtener inmensos favores para Ella, pues su intercesión ante Jesús y María es más poderosa que la de ningún otro, porque nadie ha estado más cerca de ellos que san José.


En resumen, san José es el más santo entre todos los santos y ángeles, y nosotros podemos sentirnos orgullosos de él y llamarle, como algunos santos, nuestro padre y señor.

Autor: P. Angel Peña O.A.R.


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