La fe es un don de Dios, es una gracia de Dios,
que debemos pedir sin descanso.
Incluso el que cree que no tiene fe, debe orar. Al menos podría decir: «Señor, si existes, concédeme el don de la fe». Como es cierto que existe, será oído y obtendrá
la fe.
Carlos de Foucauld (1858-1916), oficial del ejército francés encontró la fe, a los 28 años, después de llevar una vida desordenada, repitiendo: «Dios mío, si existes, haz que te conozca»
Dios sale siempre al encuentro del que sinceramente le busca, «Dios está cerca de los que lo buscan sinceramente» Salmo 145:18
«Dios no rechaza jamás al que hace lo que puede para acercarse a Él»
La fe ilumina la Verdad. Nos da a conocer cosas insospechadas, y nos lleva a aceptar la Verdad y a adherirnos a la Persona que nos la transmite.
Es una opción por Algo y por Alguien. Dios no se impone. Quiere ser elegido libremente. Dios se me ofrece en una declaración de amor, y espera mi respuesta.
Los fundamentos de la fe hacen la fe razonable.
La fe complementa la razón, pero no la destruye.
La razón no es causa de la fe, que es un puro don de Dios; pero es condición indispensable para que la fe sea responsable, humana y no arbitraria. Si la fe no fuera razonable los creyentes seríamos unos estúpidos
El fideísmo, que es creer sin pruebas, es de raíz netamente protestante (Barth, Bultmann, etc...). Ha hecho presa en algunos teólogos católicos que han olvidado el mandato de Pedro de dar razón de su esperanza.
Las consecuencias han sido nefastas. Pues no se puede fundamentar la fe sobre la duda y la inseguridad.
Como dice Juan Pablo II en su encíclica sobre la Ciencia y la Fe: «Ni fe sin razón, ni razón sin fe».
En la vida tenemos que aceptar montones de cosas que no podemos comprobar personalmente, tenemos que fiarnos de los demás, por ejemplo aceptamos que de la tierra a la luna hay 384.000 kilómetros y no lo hemos medido.
P. Manuel Carreira S.J. dice:
Sólo por fe humana puede conocerse toda la historia, porque el pasado ya no puede experimentarse directamente ni se puede obtener de un raciocinio lógico. Pero si alguien dice que no cree que existió Cristóbal Colón, decimos que está loco. Esta fe humana me da certeza en contra de mi propia experiencia.
El P. Manuel Carreira S.J. cuenta la siguiente anécdota:
Me acuerdo de una ocasión en que un estudiante de física me dijo: “Usted está hablando de fe, pero eso es en cosas de religión. En ciencia se pueden saber las cosas con certeza, pero en religión no”.
Yo le respondí: “¿Usted cree en la teoría atómica?”
Me contestó: “Sí”.
“¿Por qué?”.
“¡Porque está muy bien demostrada!”.
Repliqué: “No. La cree porque se lo han dicho; Usted no ha demostrado nada y si le llevo al laboratorio no será capaz de demostrarla”.
Si puedo establecer con certeza histórica, por medios humanos, que Dios habló, y el contenido de su mensaje, entonces tengo un conocimiento de lo que llamamos Revelación, en la que se funda la Fe Cristiana. No es un cuento mitológico, ni tampoco un sistema filosófico.
La Fe Cristiana es aceptar una revelación para la cual tenemos pruebas históricas. Una de las vaciedades irracionales que más frecuentemente se escuchan, es que la Fe no puede tener pruebas.
La Fe necesita tener pruebas, porque creer algo sin pruebas sería irracional. Pero la prueba no es de mi experiencia, ni de mi raciocinio, ni del contenido revelado, sino la prueba del hecho histórico de que Dios comunicó tales verdades. Entonces tengo razones suficientes para aceptarlo y lógicamente debo aceptarlo,
Necesito pruebas históricas de que existió Cristo, como las necesito para tener certeza de que existió Sócrates.
Y necesito pruebas históricas de lo que enseñó Cristo, como las tengo para demostrar lo que enseñó Sócrates.
En ambos casos tengo que fiarme de sus discípulos.
Y hay más pruebas históricas y mejor conservadas de Cristo que de Sócrates.
También hay pruebas históricas de lo que enseñó, con testimonios de personas dignas de crédito, porque narran sus propias experiencias aun a costa de sus vidas.
Y una vez que tengo este conocimiento histórico, mi fe entonces me dice que Cristo existió y además que demostró ser Dios con sus milagros.
Cristo hizo sus milagros precisamente para demostrar quién era. Al dirigirse a los fariseos, claramente se lo dijo: “Si yo no hubiese venido y no hubiese hecho cosas que nadie jamás ha hecho, no tendríais pecado. Pero las hice, las visteis y no queréis creer. No tenéis disculpa”.
Alguien dice: “Tengo unos dolores de espalda que me están haciendo la vida imposible, pero voy a ir a tal médico porque tengo mucha fe en él, porque sé que ha ayudado a mucha gente”. ¿De qué fe se habla entonces? ¿De aprender mucha anatomía del médico? No, sino de poner la vida de acuerdo con lo que él diga.
Esta fe consiste en un acto libre de la voluntad: una decisión responsable basada en una confianza fundada en razones adecuadas.
En el caso de Cristo también hay que llegar a dar este paso. Cristo no me enseñó una doctrina filosófica en un aula de clases; me ofreció un plan de vida. Si decido poner mi vida de acuerdo con sus enseñanzas, esto es un acto de mi voluntad aunque sea ayudado por la gracia, y un acto meritorio de Fe.
Así distinguimos la Fe como acto del entendimiento, como un conocimiento cierto de una verdad revelada, y como un acto de mi voluntad, para poner mi vida de acuerdo con esa verdad conocida.
Fuentes:
De los escritos del P. Loring y del P. Manuel Carreira S.J.
De los escritos del P. Loring y del P. Manuel Carreira S.J.
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