DESENTRAÑANDO EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Dios es amor en tres personas distintas, permaneciendo un solo Dios.
En el concilio IV de Letrán se afirmó con claridad: Firmemente creemos y simplemente confesamos que existe un solo Dios verdadero, eterno, inmenso, inmutable, incomprensible, omnipotente e inefable: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Tres personas, pero una esencia, sustancia o naturaleza completamente simple.
El Padre no proviene  de ninguno, el Hijo únicamente del Padre, y el Espíritu Santo de los dos a la vez; sin comienzo ni fin. El Padre engendra, el Hijo nace y el Espíritu Santo procede.

Son consustanciales e iguales entre sí, conjuntamente omnipotentes y eternos.

Dice el Catecismo de la Iglesia católica:

El misterio de la Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana.
Es el misterio de Dios en sí mismo.
Es la fuente de todos los otros misterios de la fe;
es la luz que los ilumina (Cat 234).
Dios es único, pero no solitario.
El Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo es el Padre o el Hijo.
El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado y el Espíritu Santo es quien procede.
La unidad divina es trina (Cat 254).
Todo es uno en ellos. A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre y todo en el Hijo (Cat 255).

Los tres hacen todo unidos. Los hombres buenos son templos de la Santísima Trinidad. Y la Iglesia es un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.   





La vida cristiana comienza con el bautismo, que recibimos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Los demás Sacramentos se reciben también en nombre de la Trinidad.

Y en la Eucaristía, que es el centro y culmen de nuestra vida cristiana, está el  Padre con Jesús
(Dios-hombre) y el Espíritu Santo.
Esto se expresa de modo elocuente en el momento en que el sacerdote, levantando la Hostia y el vino consagrados, dice: Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos Amén. Ese momento majestuoso es como  un resumen de lo que es la Misa: un ofrecimiento de Cristo al Padre por el Espíritu Santo.

Por otra parte, no debemos olvidar que todas nuestras oraciones deben ir al Padre por medio de Jesús. Así nos lo dice San Pablo: Por medio de Jesús tenemos libre acceso al Padre en el Espíritu Santo (Ef 2,18). Y a su vez, todos los bienes que descienden de Dios Padre, nos vienen a través del Hijo y nos alcanzan en el Espíritu Santo.
 

Experiencias de los Santos con la Santísima Trinidad:

Santa Teresa de Jesús (1515-1582) nos cuenta: Un día,  se me representaron las tres personas distintas, que cada una se puede mirar y hablar por sí. Estas personas se aman y comunican y se conocen. Pero ¿cómo decimos que las tres son una sola esencia? Y lo creemos y es una gran verdad y por ella moriría yo mil muertes.
En estas tres personas no hay más que un querer, y un poder y un señorío, de manera que ninguna cosa puede una sin la otra, sino que, de cuantas criaturas hay, es sólo un Creador. ¿Podría el Hijo criar una hormiga sin el Padre? No, que es todo  un poder, y lo mismo el Espíritu Santo; así que es un solo Dios todopoderoso y todas estas tres personas una Majestad. ¿Podría uno amar al Padre sin querer al Hijo y al Espíritu Santo? No, sino que quien contentare a una de estas tres personas divinas contenta a las tres y quien la ofendiere, lo mismo. ¿Podrá el Padre estar sin el Hijo y sin el Espíritu Santo? No, porque es una esencia y donde está uno están los tres, pues no se pueden dividir. Las personas veo claro que son distintas, el cómo no lo sé, pero sé que no es imaginación. 






Lucie Christine, seudónimo de Mathilde Bertrand (1844-1908),  en su Diario Espiritual dice el 22 de octubre de 1822: Ayer comencé la oración, diciendo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y mi alma, incendiada en amor, permaneció en contemplación. Yo vi la unión del amor y vida por la cual nuestras almas están unidas al Creador, al Redentor y al Santificador. La bondad inefable de la Santísima Trinidad me llenó toda la tarde de una alegría inmensa… Esta mañana, en la comunión, mi alma se puso a contemplar la persona del Padre, el principio eterno del cual todo existe. Y vi las relaciones que existen entre las tres divinas personas… El alma conoce, sin poderse engañar, la unidad de la naturaleza divina y ve, al mismo tiempo, la distinción de las tres personas. Ninguno de los tres se comunica del mismo modo. Podría decirse que uno no es el otro y no tiene la semblanza del otro y no obra como el otro, pero los tres son Dios.

La venerable Concepción Cabrera de Armida (1862-1937), esposa y madre de nueve hijos, también gran mística, dice:
¡Qué grande es la Trinidad! ¡Qué bella es su unidad! El Señor me ha hecho ver cómo son las tres personas divinas, que constituyen una sola esencia, una misma sustancia, una sola divinidad… 




 
Trinidad Sánchez Moreno, fundadora de las Obras de la Iglesia, declara en 1963: Cuando estás en gracia, en todo momento y en toda circunstancia la Trinidad te está besando con un beso amoroso e infinito. En nuestra alma está el amor infinito, besándonos en silencio amoroso… ¡Silencio! ¡Que te besa la divinidad!.

Santa Faustina Kowalska escribió en su Diario: Durante la misa, de repente, fui  unida a la Santísima Trinidad. Conocí su Majestad y su Grandeza. Estaba unida con las tres personas. Cuando estaba unida a una de estas venerables personas, al mismo tiempo estaba unida a las otras dos personas. La felicidad y el gozo que se comunicaron a mi alma son indescriptibles. Me apena no poder expresar con palabras aquello para lo cual no existen palabras.

Santa Isabel de la Trinidad decía: Todo mi ejercicio consiste en entrar en mí misma y perderme en los Tres que allí habitan.
 



ALABANZA A LA
SANTÍSIMA TRINIDAD


Oh Trinidad infinita, cantamos tu gloria en este día, porque en Cristo nos has hecho hijos y nuestros corazones son tu morada.

Eterna, sin tiempo, fuente de la vida, que no muere, a ti retorna la creación en el incesante flujo del amor.

A Ti nuestra alabanza. ¡Oh Trinidad dulcísima y dichosa!, que siempre manas y siempre refluyes en el mar tranquilo de tu mismo Amor.
Amén.


Fuente:
Experiencias de Dios (P. Ángel Peña Benito O.A.R.)


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