NO DEBEMOS DESALENTARNOS ANTE LAS CAÍDAS



San Francisco de Sales no quiere el desaliento ante las caídas ¿Por qué nos desanimamos? 

Porque exageramos nuestra flaqueza o porque desconocemos la misericordia divina; y las más de las veces, por esos dos motivos juntos. 

El pecador cae por haber ignorado su propia flaqueza y por haber exagerado la misericordia de Dios; después de la caída, renacen estos dos mismos sentimientos, pero en sentido inverso: la flaqueza adquiere a sus ojos proporciones desmesuradas, envuelve al alma en un manto de tristeza y de confusión, que la aplasta; en cambio, Dios, a quien poco antes se ofendía con toda facilidad, presumiendo un perdón fácil, aparece ahora como un vengador inexorable. El alma culpable tiene miedo de Él y vergüenza de sí misma y, si no reacciona contra estas dos funestas tentaciones, renuncia cobardemente a la lucha: en vez de arrancarse de los lazos del pecado, se entrega a él sin resistencia. 

Este es el desaliento, la capitulación de la voluntad, cuyo fatal resultado es con mucha frecuencia la impenitencia final.

San Francisco de Sales con sus escritos, hace comprender al alma que desea santificarse, que el camino que emprende es largo y penoso, que su falta de fuerzas es grande, comparadas con las dificultades del viaje; pero al mismo tiempo le hace ver que todo lo puede en Aquel que la conforta, lo mismo después de una caída que antes de caer; le muestra el corazón de Dios pronto y generoso en el perdón, al mismo tiempo que es un brazo fuerte para darle apoyo.

Fuente: "El arte de aprovechar nuestras faltas"  (Jose Tissot recoge las enseñanzas de San Francisco de Sales)

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