En la época medieval, el cristianismo impregna profundamente todos los dominios de la cultura humana como los de la vida social. Los más grandes pensadores del mundo civilizado y que dominan en la escena política internacional son cristianos. El siglo XI le da a la Iglesia algunos de sus grandes doctores en la doctrina mariana: San Pedro Damián, San Anselmo de Canterbury, San Bernardo de Claraval...
En el siglo XII la devoción mariana alcanza su mayor relieve con San Simón Stock quien recibe durante una aparición de Nuestra Señora del Monte Carmelo el don del Escapulario y después con Santo Domingo que se convierte en el apóstol del Santo Rosario.
San Francisco de Asís y San Antonio de Padua, que dejaron páginas memorables sobre el culto mariano, son el eslabón del siglo siguiente, el gran siglo XIII de la historia de la cristiandad en Occidente. En efecto, nunca antes, nunca después, el número y la propagación de los pensadores cristianos a la vez santos y hombres de gran envergadura, no había sido tan fuerte como en ese punto culminante de la Edad Media.
Es el siglo de los Doctores de la Iglesia tales como San Alberto El Grande, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, el siglo de los místicos como Santa Matilde de Hackborn o Santa Gertrudis, el siglo de los Bienaventurados Duns Scott, el teólogo de la Inmaculada Concepción.
Igualmente entre las familias reales de la época, hay muchos santos testigos de Cristo y de la Virgen: el rey Luis IX (San Luis) en Francia, Santa Isabel de Portugal, Santa Brígida de Suecia.... Y si entramos en el siglo XIV, tenemos a San Nicolás Cabasilas, gran monje teólogo ortodoxo o a Santa Catalina de Siena, gran mística y al mismo tiempo Doctora de la Iglesia (nombrada co-patrona de Europa por el Papa Juan Pablo II).
En el siglo XV, Catalina de Génova, otra santa célebre por sus escritos místicos ve al final de su vida el descubrimiento del Nuevo Mundo.
(Enciclopedia mariana)
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