Oportunamente el Santísimo Sacramento es llamado el “pan de los ángeles”, a causa del ardiente amor con que los ángeles aprecian el Sacramento y la profunda adoración que prestan a su Dios oculto bajo los velos sacramentales.
Pero esta designación nos recuerda también la pureza angelical que debe adornar nuestros corazones cuando recibimos la Sagrada Comunión.
Debemos pensar en nuestros Ángeles Guardianes y su incomparable pureza cada vez que nos acercamos a la mesa del Señor, pidiendo obtener la gracia de acercarnos al Banquete Celestial con verdadera pureza de corazón y disposición digna.
Es cuando nos acercamos particularmente a la Santa Mesa que nuestros Ángeles de la Guarda ejercen su atención más vigilante sobre nosotros, porque aquí está un homenaje muy especial a su querido Señor en Su estado eucarístico.
Y sin embargo, la Santa Eucaristía no fue instituida para los Ángeles, sino para los hombres.
Cuando nos estamos preparando para la Sagrada Comunión, los Ángeles se esfuerzan por despertar en nosotros el sentimiento santo; nos instan a desterrar las distracciones y a repetir actos piadosos de contrición y amor.
En ese momento el espíritu maligno se deleita en molestarnos a fin de impedirnos recibir la Santa Comunión con fruto, porque sabe que esta es la fuente de todo bien.
Por esta razón, a menudo experimentamos que durante la Santa Misa y en el momento de la Sagrada Comunión estamos violentamente atacados por las distracciones y las tentaciones.
-Angeología Católica-
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