Haz que esperemos en tu nombre, tú que eres el origen de todo lo creado; abre los ojos de nuestro corazón, para que te conozcamos a ti, el solo altísimo en las alturas, el santo que reposa entre los santos; que terminas con la soberbia de los insolentes, que deshaces los planes de las naciones, que ensalzas a los humildes y humillas a los soberbios, que das la pobreza y la riqueza, que das la muerte, la salvación y la vida, el solo bienhechor de los espíritus y Dios de toda carne; tú que sondeas los abismos, que ves todas nuestras acciones, que eres ayuda de los que están en peligro, que eres salvador de los desesperados, que has creado todo ser viviente y velas sobre ellos; tú que multiplicas las naciones sobre la tierra y eliges de entre ellas a los que te aman por Jesucristo, tu Hijo amado, por quien nos has instruido, santificado y honrado.
No tomes en cuenta todos los pecados de tus siervos y siervas, antes purifícanos en tu verdad y asegura nuestros pasos, para que caminemos en la piedad, la justicia y la rectitud de corazón, y hagamos lo que es bueno y aceptable ante ti y ante los que nos gobiernan.
Más aún, Señor, ilumina tu rostro sobre nosotros, para que gocemos del bienestar en la paz, para que seamos protegidos con tu mano poderosa, y tu brazo extendido nos libre de todo pecado y de todos los que nos aborrecen sin motivo.
-San Clemente-
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