Una vez me pidieron rezar por cierta alma. Decidí hacer en seguida una novena a la misericordia del Señor y a esa novena agregué una mortificación que consistía en llevar en ambas piernas una cadenita durante la Santa Misa.
Cuando llevaba tres días que me ejercitaba en esa mortificación, fui a confesarme y dije al Padre espiritual que había comenzado aquella mortificación con el "supuesto permiso", porque creía que el Padre espiritual no tendría nada en contra, sin embargo oí algo contrario, es decir, que no hiciera nada sin permiso.
A causa de mi salud no recibí el permiso, le pedí perdón por haberme guiado por permisos supuestos y pedí que cambiara esas mortificaciones por otras. El Padre espiritual me las cambio por una mortificación interior que consistió en meditar durante la Santa Misa lo siguiente: ¿Por qué el Señor Jesús se bautizo? Esta meditación fue solamente una mortificación de la voluntad, porque yo no hacía lo que me gustaba, sino lo que me había sido indicado y en eso consiste la mortificación interior.
Al alejarme del confesionario y empezar a hacer la penitencia, oí estas palabras:
"He concedido la gracia al alma, la cual Me habías pedido para ella, pero no por tu mortificación que habías escogido tú misma, sino solamente por el acto de obediencia total frente a Mi suplente he dado la gracia a esta alma, por la que has intercedido ante Mi y por la que has mendigado la misericordia. Has de saber que cuando aniquilas en ti tu propia voluntad, entonces la Mía reina en ti".
-Diario de santa Faustina (153) +
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