La eucaristía nos aumenta las virtudes teologales, sobre todo la caridad. Y con ellas todas las demás virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
FE:
Es evidente que aumenta la fe por el acto de fe intensísimo que hacemos al recibir un sacramento en el que «se engaña la vista, el gusto y el tacto», Es la fe la que nos dice con seguridad inquebrantable que allí no hay pan ni vino, aunque los sentidos corporales lo vean y sientan.
ESPERANZA:
Aumenta la esperanza, porque precisamente la eucaristía es prenda y garantía de la gloria según la promesa clara y explícita de Cristo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo le resucitaré el último día... El que come este pan vivirá para siempre» (lo 6,54 y 58).
CARIDAD:
Aumenta, sobre todo, la caridad. Escuchemos a Santo Tomás explicando este misterio: «Este sacramento confiere espiritualmente la gracia junto con la virtud de la caridad; por eso el Damasceno lo compara con el carbón encendido que vio Isaías: ‘Como el carbón no es simple leña, sino leña con fuego, así el pan de la comunión no es pan corriente, sino pan unido a la divinidad’.
Aumenta, finalmente, todas las demás virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo, porque, como explica Santo Tomás, están en conexión íntima con la gracia y la caridad, y el crecimiento de éstas arrastra a todos los demás elementos del organismo sobrenatural.
-Teología moral para seglares, P. Antonio Royo Marín-
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