Si tú quieres conocer y contemplar mi divinidad, has de empezar por conocerme y amarme en los sufrimientos y tormentos de mi humanidad atribulada. Éste es para ti el camino más breve de la bienaventuranza.
Cuanto tuvo de fuerte el amor que me venció, tanto tuvo de afrentosa la muerte que padecí; y el uno y la otra son la justa medida de lo que me deben amar las almas rectas y puras.
La intensidad y el poder de mi amor resplandecen más que nada en los horrores de mi Pasión.
El sol se conoce por sus resplandores, las rosas por su perfume, el fuego por el calor.
Atiende, pues, y escucha con qué amor y con qué angustias he sufrido por amor de tí.
Cuanto tuvo de fuerte el amor que me venció, tanto tuvo de afrentosa la muerte que padecí; y el uno y la otra son la justa medida de lo que me deben amar las almas rectas y puras.
La intensidad y el poder de mi amor resplandecen más que nada en los horrores de mi Pasión.
El sol se conoce por sus resplandores, las rosas por su perfume, el fuego por el calor.
Atiende, pues, y escucha con qué amor y con qué angustias he sufrido por amor de tí.
Oración:
¡Gracias, Señor! Por el amor que os hizo bajar a este destierro, dejando el trono de vuestro Padre;
por el amor que os puso en las angustias de una muerte
horrible, mostrad a mi alma las formas admirables de
que vuestro amor quiso revestirse en el árbol sangriento
de la Cruz.
Fuente: "Tratado de la Eterna Sabiduría" por el Beato Enrique Susón.
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