Dios ama a quien le ama (Prov., VIII, 17) , y colma de gracias a quien con amor le busca. Por lo que, en consecuencia, quien más ama a Dios, más espera en su bondad. Y de esta esperanza nace en los santos aquella inalterable tranquilidad que les conserva en perpetua alegría y paz aun en medio de las adversidades; porque, amando a Jesucristo y sabiendo cuán largo es y liberal de sus dones con los que le aman, confían en Él y sólo en Él hallan reposo.
El objeto primario de la esperanza cristiana es la posesión de Dios en el cielo. Y no creamos que la posesión de Dios en el paraíso sea obstáculo a la caridad, porque la esperanza del paraíso está unida inseparablemente a la caridad, la cual en el cielo llega a su cabal perfeccionamiento.
La caridad es aquel tesoro infinito que, como dice el Sabio, nos hace amigos de Dios.
Por tanto, enseña Santo Tomás de Aquino que la caridad no excluye el deseo de alcanzar las mercedes que Dios en el cielo nos tiene preparadas, sino que las hace considerar como el objeto principal de nuestro amor, que es el mismo Dios, que se deja ver y gozar de sus escogidos; porque es propio de la amistad que el amigo disfrute con el bien de su amigo.
(Práctica de amor a Jesucristo, san Alfonso Mª de Ligorio)
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