𝐎𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐀𝐋 𝐂𝐎𝐌𝐄𝐍𝐙𝐀𝐑 𝐄𝐋 𝐃𝐈́𝐀

 Al comenzar la mañana
Al tocar la luz del día mis ojos, Señor,
Mi corazón se levanta hacia ti,
en busca de tu mirada.
Escucha mis palabras
Y estate atento, Señor,
sé cercano a mi mano abierta.
Da respuesta a mi pregunta,
Ayúdame en mi inquietud,
Tú eres mi Señor
y mi Dios en quien yo confío.
A Ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar,
De mañana, en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones,
De mañana, en tus ojos pongo la pureza
Y sinceridad de mi búsqueda;
De mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos.
Oye mi voz, Señor, tú que eres bueno y compasivo,
Y alienta mi vida que busca en ti luz y calor.
Mira Señor mi corazón de pobre,
Toma mi arcilla y moldéala según los proyectos
Que tienes en mí este día.
Quiero estar ante tus ojos y dejarme penetrar por tu mirada.
Delante de tus ojos, Señor me siento pequeño y frágil.
Derrama, al comenzar la mañana, tu ternura y tu bondad
Para que mi corazón se sienta fuerte y animoso.
Guíame, Señor, tú que eres bueno y santo;
Guíame hacia la luz y que camine como hijo de la luz.
Guíame y allana mi camino para que sea fiel a tu ley.
Que tu camino Señor sea hoy la pasión de mi corazón,
Y que tu Espíritu Santo, sea hoy la expresión de mi interior,
Que mis palabra arranquen de lo profundo y sean verdaderas.
Señor, dame un corazón limpio,
Para que pueda ver;
Señor, dame un corazón de pobre
Para que viva hoy tu reino;
Señor, dame un corazón misericordioso,
Para que derrame misericordia;
Señor, dame un corazón lleno de paz
Para que sea hijo tuyo;
Señor, dame un corazón que tenga hambre
Y sed de justicia, para que sea saciado y haga tu voluntad;
Señor, ame un corazón manso que posea la tierra.
Que mi corazón se alegre y regocije hoy,
Porque todo lo espero de ti, Señor Dios mío.

(Dominicas misioneras de la Sagrada Familia)



NUESTRO CORAZÓN NO HALLA SOSIEGO HASTA QUE DESCANSA EN TI


 

Grande eres, Señor, y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea alabarte; el hombre, que arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado y la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre, parte de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti.

Haz, Señor, que llegue a saber y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, qué es antes, conocerte o invocarte. Pero, ¿quién podrá invocarte sin conocerte? Pues el que te desconoce se expone a invocar una cosa por otra. ¿Será más bien que hay que invocarte para conocerte? Pero, ¿cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo van a creer sin alguien que proclame?
Alabarán al Señor los que lo buscan. Porque los que lo buscan lo encuentran y, al encontrarlo, lo alaban. Haz, Señor, que te busque invocándote, y que te invoque creyendo en ti, ya que nos has sido predicado. Te invoca, Señor, mi fe, la que tú me has dado, la que tú me has inspirado por tu Hijo hecho hombre, por el ministerio de tu predicador.
Y ¿cómo invocaré a mi Dios, a mi Dios y Señor? Porque, al invocarlo, lo llamo para que venga a mi. Y ¿a qué lugar de mi persona puede venir mi Dios? ¿A qué parte de mi ser puede venir el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es que hay algo en mí, Señor, Dios mío, capaz de abarcarte? ¿Es que pueden abarcarte el cielo y la tierra que tú hiciste, y en los cuales me hiciste a mí? O ¿por ventura el hecho de que todo lo que existe no existiría sin ti hace que todo lo que existe pueda abarcarte?
¿Cómo, pues, yo, que efectivamente existo, pido que vengas a mi, si, por el hecho de existir, ya estás en mí? Porque yo no estoy ya en el abismo y, sin embargo, tú estás también allí. Pues, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Por tanto, Dios mío, yo no existiría, no existiría en absoluto, si tú no estuvieras en mí. O ¿será más acertado decir que yo no existiría si no estuviera en ti, origen, guía y meta del universo? También esto, Señor, es verdad. ¿A dónde invocarte que vengas, si estoy en ti? ¿Desde dónde puedes venir a mi? ¿A dónde puedo ir fuera del cielo y de la tierra, para que desde ellos venga a mi el Señor, que ha dicho: No lleno yo el cielo y la tierra?
¿Quién me dará que pueda descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi corazón y lo embriagues con tu presencia, para que olvide mis males y te abrace a ti, mi único bien? ¿Quién eres tú para mí? Sé condescendiente conmigo, y permite que te hable. ¿Qué soy yo para ti, que me mandas amarte y que, si no lo hago, te enojas conmigo y me amenazas con ingentes infortunios? ¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?
¡Ay de mi! Dime, Señor, Dios mío, por tu misericordia, qué eres tú para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu victoria». Díselo de manera que lo oiga. Mira, Señor: los oídos de mi corazón están ante ti; ábrelos y di a mi alma: «Yo soy tu victoria». Correré tras estas palabras tuyas y me aferraré a ti. No me escondas tu rostro: muera yo, para que no muera, y pueda así contemplarlo.
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Confesiones (Lib 1,1,1-2,2; 5,5: CSEL 33, 1-5) (del lecc. par-impar

POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS, SANTA ANA Y SAN JOAQUÍN


 


Por sus frutos los conoceréis

San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia
(Sermón 6, Sobre la natividad de la Virgen María, 2.4.5.6 PG 96,663.667.670)
Ya que estaba determinado que la Virgen Madre de Dios nacería de Ana, la naturaleza no se atrevió a adelantarse al germen de la gracia, sino que esperó a dar su fruto hasta que la gracia hubo dado el suyo. Convenía, en efecto, que naciese como primogénita aquella de la había de nacer el primogénito de toda la creación, en el cual todo se mantiene.
¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana! Toda la creación os está obligada, ya que por vosotros ofreció al Creador el más excelente de todos los dones, a saber, aquella madre casta, la única digna del Creador.
Alégrate, Ana, la estéril, que no dabas a luz, rompe a cantar de júbilo, la que no tenías dolores. Salta de gozo, Joaquín, porque de tu hija un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y será llamado: «Ángel del gran designio» de la salvación universal, «Dios guerrero». Este niño es Dios.
¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana, totalmente inmaculados! Sois conocidos por el fruto de vuestro vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los conoceréis. Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de una manera agradable a Dios y digna de aquella que tuvo en vosotros su origen. Con vuestra conducta casta y santa, ofrecisteis al mundo la joya de la virginidad, aquella que había de permanecer virgen antes del parto, en el parto y después del parto; aquella que, de un modo único y excepcional, cultivaría siempre la virginidad en su mente, en su alma y en su cuerpo.
¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros, guardando la castidad prescrita por la ley natural, conseguisteis, por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural, ya que engendrasteis para el mundo a la que fue madre de Dios sin conocer varón. Vosotros, comportándoos en vuestras relaciones humanas de un modo piadoso y santo, engendrasteis una hija superior a los ángeles, que es ahora la reina de los ángeles. ¡Oh bellísima niña, sumamente amable! ¡Oh hija de Adán y madre de Dios! ¡Bienaventuradas las entrañas y el vientre de los que saliste! ¡Bienaventurados los brazos que te llevaron, los labios que tuvieron el privilegio de besarte castamente, es decir, únicamente los de tus padres, para que siempre y en todo guardaras intacta tu virginidad!
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. Alzad fuerte la voz, alzadla, no temáis.

JARDINERO




Pasaste como un rayo de luz en mi sendero,
y como el sol de mayo, ¡Jardinero!
En mi jardín había una flor extasiada,
¡la entreabrió de alegría tu mirada!

Vislumbró la promesa de unos huertos lejanos,
anheló ser la presa de tus manos.
¡Crecer en tu lindero, suavizar tus abrojos,
y un día, Jardinero, morir ante tus ojos!

¿Cuál será su destino si una mano atrevida
corta el sueño divino que la tiene prendida?
No nací para ser en la fiesta pagana
una flor de placer que se olvida mañana.

Aún persiste el aroma que encendió mi capullo;
ven, Jardinero, toma lo que es tuyo.
Quiero ser el agrado de tu sola mirada,
como huerto cerrado, como fuente sellada.

Yo te llamo, te espero...
¡Yo sé que volverás, Jardinero!

QUIEN AMA A JESUCRISTO, TODO LO ESPERA DE ÉL

 Caritas omnia sperat.
 La caridad todo lo espera (I Cor., XII, 7)

La esperanza hace crecer la caridad y ésta hace aumentar la esperanza. Esperar en la bondad divina, ciertamente acrecienta el amor a Jesucristo, y es sentencia de Santo Tomás que, desde el punto en que esperamos algún bien de otro, comenzamos ya a amarlo. 

Por esto no quiere el Salvador que pongamos nuestra confianza en las criaturas. San Vicente de Paúl decía: «Estemos sobre aviso para no fundarnos sobre la protección de los hombres, porque cuando el Señor lo ve, se aparta de nosotros. Por el contrario, cuanto más confiemos en Dios, tanto más adelantaremos en su amor. 

¡Cuán veloz corre por los caminos de la perfección quien tiene el corazón dilatado por la confianza en Dios! No sólo corre, sino que vuela, porque, teniendo puesta toda su confianza en el Señor, dejará de ser débil como antes y llegará a ser fuerte, con la fortaleza que Dios comunica a quienes en Él confían. 

Los que esperan en Dios renuevan las fuerzas, remontan el vuelo como águilas, corren y no se fatigan, andan y no se cansan (Is., XL, 31). El águila, cuanto más alto vuela, más se aproxima al sol; e igual el alma, que cuanto más se apoya en la confianza en Dios, más se desprende de la tierra y más se une a Él por el amor. 


-Práctica del amor a Jesucristo, San Alfonso María de Ligorio-



DEBEMOS CONSERVAR LA PAZ


El que se acusa a sí mismo acepta con alegría toda clase de molestias, daños e ignominias pues se considera merecedor de todo ello, y nunca pierde la paz. 

Pero quizás alguien me objetará: «Si un hermano me aflige y yo, examinándome a mí mismo, no encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por qué tengo que acusarme?» 

En realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallará del todo inocente.

Otro preguntará por qué deba acusarse si, estando sentado con toda paz viene un hermano y lo molesta con alguna palabra desagradable y sintiéndose incapaz de aguantarla, cree que tiene razón en alterarse y enfadarse porque, si éste no hubiese venido a molestarlo, él no hubiera pecado.

Este modo de pensar es ridículo y carente de toda razón pues no es que al decirle aquella palabra haya puesto en él la pasión de la ira, sino que más bien ha puesto al descubierto la pasión de que se hallaba aquejado, así que lo que tenía que haber hecho era dar gracias a aquel hermano, ya que le ha sido motivo de tan gran provecho porque con ello le ha proporcionado ocasión de enmendarse, si quiere. 

-De las Instrucciones de san Doroteo, abad-

DIOS ESTÁ AQUÍ


 
Cantemos al Amor de los amores,
cantemos al Señor.
¡Dios está aquí! Venid, adoradores;
adoremos a Cristo Redentor.

¡Gloria a Cristo Jesús! Cielos y tierra,
bendecid al Señor.
¡Honor y gloria a ti, Rey de la gloria;
amor por siempre a ti, Dios del amor!

¡Oh Luz de nuestras almas!
¡Oh Rey de las victorias!
¡Oh Vida de la vida
y Amor de todo amor!

¡A ti, Señor cantamos,
oh Dios de nuestras glorias;
tu nombre bendecimos,
oh Cristo Redentor!

¿Quién como tú, Dios nuestro?
Tú reinas y tú imperas;
aquí te siente el alma;
la fe te adora aquí.

¡Señor de los ejércitos,
bendice tus banderas!
¡Amor de los que triunfan,
condúcelos a ti! Amén.

TODO DEBE HACERSE A IMPULSOS DE SU GRACIA


 

Queremos salvar nuestra alma y tender a la perfección de la vida espiritual, es decir, purificarnos de veras, progresar en todas las virtudes, llegar a la unión de amor con Dios, esto es una obra de una grandeza incomparable y de un trabajo casi sin límites; que nos proporciona la libertad, la paz, y exige a su vez sacrificios sin número, una paciente labor de toda la vida. Esta obra gigantesca no seria tan sólo difícil, sino absolutamente imposible si contásemos sólo con nuestras fuerzas, pues es de orden absolutamente sobrenatural.

Sin Dios sólo queda la absoluta impotencia, por nosotros nada podemos hacer: ni pensar en el bien, ni desearlo, ni cumplirlo. 

Por dicha nuestra, Dios ha querido salir fiador de nuestra salvación, por lo que jamás podremos bendecirle como se merece, pero no quiere salvarnos sin nosotros.

Nuestra santificación, nuestra salvación misma es, pues, obra de entrambos: para ella se precisan necesariamente la acción de Dios y nuestra cooperación, el acuerdo incesante de la voluntad divina y de la nuestra. El que trabaja con Dios aprovecha a cada instante; quien prescinde de El cae.

hora bien, si Dios trabaja con nosotros en nuestra santificación, justo es que El lleve la dirección de la obra: nada se deberá hacer que no sea conforme a sus planes, bajo sus órdenes y a impulsos de su gracia. 

-EL SANTO ABANDONO, Dom Vital Lehodey-

GRACIAS SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA...

 GRACIAS SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA...

Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed...

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amaste hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.

Gracias Señor, porque quisiste celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra...

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía...

Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti...



ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 


Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.

Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo.

Tú eres rey omnipotente, tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.

Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien.

Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero.

Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría.

Tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres seguridad.

Tú eres quietud, tú eres gozo y alegría.

Tú eres justicia y templanza.

Tú eres todas nuestras riquezas a satisfacción.

Tú eres hermosura, tú eres mansedumbre.

Tú eres protector, tú eres custodio y defensor.

Tú eres fortaleza, tú eres refrigerio.

Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra.

Tú eres la gran dulzura nuestra.

Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso salvador.

VEN, ESPÍRITU SANTO



Realmente eres admirable, Verbo de Dios, haciendo que el Espíritu Santo te infunda en el alma de tal modo que ésta se una con Dios, le guste y no halle su consuelo más que en él.

El Espíritu Santo viene al alma, sellado con el sello de la sangre del Verbo o Cordero inmolado; más aún, la misma sangre le incita a venir, aunque el propio Espíritu se pone en movimiento y tiene ya ese deseo.

Este Espíritu, que se pone en movimiento y es consustancial al Padre y al Verbo, sale de la esencia del Padre y del beneplácito del Verbo, y viene al alma como una fuente en que ésta se sumerge. A la manera que dos ríos confluyen y se entremezclan y el más pequeño pierde su propio nombre y asume el del más grande, también actúa así este divino Espíritu al venir al alma y hacerse una sola cosa con ella. Pero, para ello, es necesario que el alma, que es la más pequeña, pierda su nombre, dejándolo al Espíritu; esto lo conseguirá si se transforma en el Espíritu hasta hacerse una sola cosa con él.

Este Espíritu, además, dispensador de los tesoros del seno del Padre y custodio de los designios del Padre y el Hijo, se infunde en el ánimo con tal suavidad que su irrupción resulta imperceptible, y pocos estiman su valor.

Con su peso y su ligereza se traslada a todos aquellos lugares que encuentra dispuestos a recibirle. Se le escucha en su habla abundante y en su gran silencio; penetra en todos los corazones por el ímpetu del amor, inmóvil y movilísimo al mismo tiempo.

No te quedas, Espíritu Santo, en el Padre inmóvil y en el Verbo y, sin embargo, permaneces siempre en el Padre y en el Verbo, en ti mismo y en todos los espíritus bienaventurados, y en todas las criaturas. Eres necesario a la criatura por razón de la sangre del Verbo unigénito, quien, debido a la vehemencia de su amor, se hizo necesario a sus criaturas. Descansas en las criaturas que se disponen a recibir con pureza la comunicación de tus dones y tu propia semejanza. Descansas en aquellos que reciben los efectos de la sangre del Verbo y se hacen digna morada tuya.

Ven, Espíritu Santo. Que venga la unión del Padre, el beneplácito del Verbo. Tú, Espíritu de la verdad, eres el premio de los santos, el refrigerio de las almas, la luz en las tinieblas, la riqueza de los pobres, el tesoro de los amantes, la hartura de los hambrientos, el consuelo de los peregrinos; eres, por fin, aquel en el que se contienen todos los tesoros.

Ven, tú, el que, descendiendo sobre María, hiciste que el Verbo tomara carne; realiza en nosotros por la gracia lo mismo que realizaste en ella por la gracia y la naturaleza.

Ven, tú, alimento de los pensamientos castos, fuente de toda misericordia, cúmulo de toda pureza.

Ven, y llévate de nosotros todo aquello que nos impide el ser llevados por ti.


(Santa María Magdalena de Pazzi, virgen)

Del libro de las revelaciones y del libro de la prueba (Manuscritos III, 186. 264; IV, 716; Opere di santa Maria, Florencia, 1965, 4, pp 200, 269; 6, p. 194)

NUESTRA VIDA LE PERTENECE A DIOS


 

La vida hay que vivirla en una perspectiva de eternidad. Si sólo pensamos en los cuatro días de este mundo, entonces, lo más lógico es que sólo pensemos en divertirnos y gozar de la vida. Pero, al final, habremos perdido nuestro tiempo y nuestra vida. Y ¡qué tristeza se sentirá en el último momento, cuando uno se dé cuenta de haber vivido solamente para este mundo, sin pensar en la eternidad que nos espera!. Hay que vivir para la eternidad.

La vida es un regalo de Dios, un tesoro que Dios te ha entregado para que puedas crecer en su amor. La vida es como un libro en el que cada día debes escribir las páginas más hermosas. No importa, si estás enfermo en un lecho o si estás en una silla de ruedas, tu vida vale tanto para Dios como la de cualquier ser humano, que camina por la calle y está trabajando todo el día. 

Tu vida es de Dios, no lo olvides, y a Dios debe volver. Tu vida sólo tendrá sentido en la medida en que vivas con amor por Dios y para Dios, sólo así te realizarás como persona y serás, de verdad, plenamente feliz.

MAS ALLA DEL SUFRIMIENTO, P. ÁNGEL PEÑA O.A.R. LIMA

MARAVILLOSO SACRAMENTO


¿Quién podrá explicar los efectos y virtudes de este nobilísimo sacramento (de la Eucaristía)? Porque con él por una manera maravillosa es unida el ánima con su esposo, con él se alumbra el entendimiento, avívase la memoria, enamórase la voluntad, deléitase el gusto interior, acreciéntase la devoción, derrítense las entrañas, ábrense las fuentes de las lágrimas, adorméscense las pasiones, despiértanse los buenos deseos, fortaléscese nuestra flaqueza, y toma aliento para caminar hasta el monte de Dios. 

Oh maravilloso sacramento, ¿Con qué palabras te alabaré? Tú eres vida de nuestras ánimas, medicina de nuestras llagas, consuelo de nuestros trabajos, memorial de Jesucristo, testimonio de su amor.


¿Qué lengua podrá dignamente contar las grandezas de este Sacramento? ¿Quién podrá agradecer tal beneficio? ¿Quién no se derretirá en lágrimas, viendo a Dios corporalmente unido consigo? Faltan las palabras y desfallece el entendimiento, considerando las virtudes de este soberano misterio.


-Fray Luis de Granada-

¿CÓMO ES NUESTRA MIRADA AL ENCONTRARNOS CON JESÚS?


 

Jesús, en el camino a su crucifixión y en medio de tanto dolor, encuentra a su madre por un instante. Ambos comparten el mismo dolor en una mirada: Jesús el dolor por su pueblo; María el dolor por su Hijo. Jesús está a punto de culminar su misión al sacrificarse por el perdón de los pecados, mientras María recuerda aquellas palabras "una espada te atravesará el alma". Sin embargo esa mirada de dolor, refleja al mismo tiempo el más grande amor y esperanza. Dios nos da la oportunidad de encontrarnos con Cristo y con su Madre y sentir el amor y consuelo que sólo Él puede ofrecer. ¿Cómo es nuestra mirada al encontrarnos con Jesús en nuestra vida diaria? ¿Refleja indiferencia nuestra mirada al ver el dolor ajeno? o ¿Refleja compasión, amor y esperanza? ¿Cuántas veces sentimos que el mundo se nos viene encima? ¿A quién recurrimos? ¿Nos dejamos consumir por los problemas? o ¿confiamos en la voluntad de Dios? Depende de nosotros responder con un "sí" como lo hizo María y como lo hizo Jesús. Recordemos que incluso el mayor dolor puede ser consolado por una expresión de amor.


- DIÓCESIS CATÓLICA DE LITTLE ROCK,VÍA CRUCIS-

JESÚS PERTENECÍA A SAN JOSÉ POR GRACIA, NO POR NATURALEZA

 “Habiendo deseado Dios desde toda la eternidad, en su divina providencia, que una Virgen concibiera un Hijo (Is. 7,14) que sería Dios y Hombre juntamente, quiso sin embargo que esta Virgen fuera casada”, para que no fuera calumniada por los judíos. Entonces, San José es como un palmero; no contribuyó en nada a la santa y gloriosa producción, sino solo con la sombra del matrimonio; tuvo así gran parte en el fruto santísimo de su esposa, porque estuvo a su lado como unh árbol palmero junto a la palmera. Esa unión hacía que Jesús perteneciera a San José como pertenecía a Nuestra Señora, no según la naturaleza que fue formada por el Espíritu Santo de la purísima sangre de Nuestra Señora sino según la gracia que lo hacía partícipe de todos los bienes de su querida Esposa. De allí que la comunicación continua con María le alcanzó todas las virtudes en un grado que ninguna criatura puede alcanzar, como el espejo que recibe por reverberación la luz que el sol proyecta directamente sobre el otro; parecería que José tuviese todas las virtudes en tan alto grado como María.


-San Francisco de Sales-



ORACIÓN PARA LOS MOMENTOS DE TRISTEZA



Señor Jesús, Tú conoces la tristeza que ahoga mi
corazón y sabes cuál es su origen.
Te pido que me ayudes porque ya no puedo
seguir así.
Pon tus benditas manos en las heridas de mi
alma, y libérame de la tendencia a la tristeza y a
la melancolía que habitan en mí.
Que tu gracia restaure mi historia para no vivir
esclavizado por los recuerdos dolorosos del
pasado.
Quiero perdonarme y perdonar, para que tu gozo
comience a fluir en mí.
Te entrego mis temores por el mañana.
Ayúdame a vivir el presente con serenidad.
Aumenta mi confianza en Ti, para que aumente
en mi alma la alegría. Amén.

NO DEBEMOS OLVIDAR A LAS ALMAS DEL PURGATORIO


 

El Santo Cura de Ars rezaba mucho por las almas del purgatorio. Podemos decir que toda su vida fue una vida de penitencia por amor a Dios y por la salvación de los demás.

Decía que por las noches sufría por las almas del purgatorio, y por el día sufría por la conversión de los pecadores.

Él estableció Fundaciones de misas por las almas del purgatorio, no sólo en Ars sino en muchas otras parroquias.

El decía: “Si se supiera el gran poder que tienen las benditas almas del purgatorio ante el corazón de Dios, y si conociéramos todas las gracias que podemos obtener por su intercesión, no serían tan olvidadas. Debemos por tanto, rezar mucho por ellas para que ellas puedan rezar mucho por nosotros”.


fatimazoporlapaz.org

PECADOS NO CONFESADOS

Un día en 1862, estaba Don Bosco recomendando a los sacerdotes confesores que le pidieran mucho a Dios la gracia de sabes confesar bien y de obtener la eficacia de la palabra y la virtud de la prudencia, y les recordaba que muchos hacen malas confesiones por temor. Y les narró lo siguiente:

“Una noche soñé que veía a un joven con el corazón podrido y lleno de gusanos. No le hice caso al sueño, pero a la noche siguiente soñé que veía a un perro que le mordía el corazón a ese pobre joven. Entonces me convencí de que Nuestro Señor quería ayudar a ese muchacho quitándole de la conciencia algún pecado que tenía sin perdonar.

Y un día me lo encontré y le dije: “¿Me quiere hacer un favor?”.

– Sí, claro, por supuesto, ¿Qué será?

– ¿Quiere decirme si tiene algún pecado en su conciencia sin haberlo confesado? El quiso negarlo, pero yo le dije: 

“¿Y aquel pecado?, ¿y aquel otro?, ¿por qué no los ha confesado? Entonces me miró al rostro y comenzó a llorar, y me dijo: 

– Tiene razón. Hace dos años que tengo esos pecados en mi conciencia y nunca he sido capaz de confesarlos.

Y aquel muchacho se puso en paz con Dios.


-Los Sueños de San Juan Bosco,  Extraídos de la Vida de San Juan Bosco -Memorias Biográficas-




LA CONTEMPLACIÓN DE DIOS EN EL ALMA PURGANTE


 

Nosotros sobre la tierra reconocemos a Dios por la fe. El alma purgante lo contempla a través de un velo de amor que es fruto del estado de gracia; el alma condenada lo percibe a través de una terrible fobia y de un odio total porque está separada voluntaria y obstinadamente de Él. 

El fuego y las penas del Purgatorio son como un lente que lo acerca, porque el alma sufriendo para purificarse, lo siente como el único fin de su vida.  El fuego y la pena del Infierno son como una terrible oscuridad y humo que lo alejan. Por esto en las revelaciones, los santos han dicho que el fuego del Purgatorio es luminoso y el del Infierno es tenebroso. 

Por el estado de gracia el alma purgante está cerca de Dios, y siente mil veces más que las almas contemplativas en la tierra, la sublime paz de la infinita sencillez de Dios. 

Se encuentra como envuelta en una melodía, que es la admirable armonía de la Unidad y de la Trinidad Divina. No ve a Dios, pero lo contempla en la armonía de la gracia por la cual vive sobrenaturalmente en Él. Es un espectáculo dulcísimo, lejano sí, pero que aumenta el ansia amorosa de reunirse con Él. Por esta ansia que es amorosa presión divina, el alma siente el amor de Dios que la rodea. También en esto se ve una dulcísima odisea de amor que para el alma es pena y purificación de amor.


-EL PURGATORIO, La última de las misericordias de Dios, PADRE DOLINDO RUOTOLO-

LAS SIETE CAÍDAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


 

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

V. Te Adoramos oh Cristo y te bendecimos.

R. Que con tu Santa Cruz redimiste el mundo.

JESÚS CAE POR NUESTROS PECADOS DE SOBERBIA

De la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 12,16-17

“Tengan un mismo sentir los unos para con los otros. No sean altaneros; inclínense más bien por lo humilde. No se complazcan en su propia sabiduría. No devuelvan a nadie mal por mal; Procuren el bien a todos los hombres”.

V. Palabra de Dios

R/. Te alabamos Señor 

REFLEXIÓN

Jesús cae cuando nos dejamos tentar por la soberbia. Entre los pecados de soberbia se encuentranla vanidad, el engreimiento, la arrogancia, la autosuficiencia y la susceptibilidad. La única manera desalir de este pecado es abrirnos a la gracia y misericordia de Dios, reconociendo nuestra debilidad y realizando el propósito de cambiar nuestro orgullo por la humildad.

ORACIÓN

Nos levantamos cuando practicamos la Humildad, Señor Jesucristo, danos la fortaleza delevantarnos de nuestro pecado de soberbia y adquirir el don de la humildad. Amen.

Padre Nuestro...

Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, los dolores y angustias de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Amen

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JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

V. Te Adoramos oh Cristo y te bendecimos.

R. Que con tu Santa Cruz redimiste el mundo.

JESÚS CAE POR NUESTROS PECADOS DE AVARICIA

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-3

“En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos monedas, y dijo: En verdad les digoque esta viuda pobre ha echado más que todos.

V. Palabra de Dios

R. Te alabamos Señor

REFLEXIÓN

Jesús cae cuando nos dejamos tentar por la avaricia, este pecado capital es el deseo desordenado y exagerado hacia los placeres o posesiones. La avaricia nos lleva al egoísmo, nos cierra a las necesidades del prójimo; incluso, nos olvidamos de nuestras familias y de nosotros mismo en el afán de la riqueza y el poder.

ORACIÓN

Nos levantamos cuando practicamos la virtud de la generosidad. Señor enséñanos a descubrir que nuestra riqueza se encuentra en ti, único Dios verdadero; para que tu generosidad se manifieste en nosotros al compartir los bienes materiales con los más necesitados. Amén.

Padre Nuestro...

Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, los dolores y angustias de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Amen

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JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

V. Te Adoramos oh Cristo y te bendecimos.

R. Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo.

JESÚS CAE POR NUESTROS PECADOS DE LUJURIA

De la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 13, 13

“Comportémonos con decencia, como se hace de día: nada de banquetes y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos; nada de pleitos y envidias”.

V. Palabra de Dios.

R. Te alabamos Señor 

REFLEXIÓN

Jesús cae, cuando nos dejamos tentar por la lujuria: El mundo nos vende la búsqueda del placer sexual, porque con eso nos sentimos supuestamente libres, realizados y felices. El corazón, que está hecho para amar, y la razón, que es para razonar, son manejados por el deseo carnal, que es lo más inferior de nuestra naturaleza.

ORACIÓN

Nos levantamos cuando practicamos la virtud de la castidad, Señor Jesús, somos simples criaturas y sin ti nada podemos hacer. Te pedimos, que defiendas con tu gracia la castidad y pureza de nuestras almas y cuerpos. Amén.

Padre Nuestro...

Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, los dolores y angustias de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Amen

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JESÚS CAE POR CUARTA VEZ

V. Te Adoramos oh Cristo y te bendecimos.

R. Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo.

JESUS CAE POR NUESTROS PECADOS DE IRA

Lectura del libro de los Proverbios 15,1

“Respuesta amable aplaca la ira, palabra hiriente enciende la cólera”.

V. Palabra de Dios.

R. Te alabamos Señor

REFLEXIÓN:

Caemos cuando nos dejamos tentar por la ira, cuando tenemos ira contra hombres y mujeres y los hacemos víctimas de la violencia, del maltrato, la discriminación y la humillación. Jesús cae cuando en el hogar no reina la paz sino el maltrato intrafamiliar; los hijos crecen en un clima de odio, de irrespeto y de venganza y a causa de nuestras palabras.

ORACIÓN:

Nos levantamos cuando practicamos la paciencia, soportando con la paz y serenidad las adversidades, las contrariedades de la vida. Señor, limpia nuestro corazón, borra toda amargura y resentimiento, enséñanos a perdonar, a amar y a soportar con paciencia las faltas de los demás. Amén.

Padre Nuestro...

Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, los dolores y angustias de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Amen

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JESÚS CAE POR QUINTA VEZ

V. Te Adoramos oh Cristo y te bendecimos.

R. Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo.

JESUS CAE POR NUESTROS PECADOS DE GULA

Del Evangelio según San Lucas 12, 22-23. 29.

“Jesús dijo a sus discípulos: No anden preocupados por su vida, qué comerán, ni por su cuerpo,con qué se vestirán: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Así  pues, ustedes no anden buscando qué comer ni qué beber, y no estén inquietos".

V. Palabra de Dios.

R. Te alabamos Señor 

REFLEXIÓN

Jesús cae cuando nos dejamos tentar por los gustos desordenados, los placeres, y a causa de ello sufrimos muchos daños y enfermedades cuando comemos o bebemos en exceso, más de lo que el cuerpo necesita.

ORACIÓN

Nos levantamos cuando practicamos la virtud de la Templanza, expresando un carácter moderado en la sobriedad al comer y al beber. Te pedimos Señor que nos ayudes a evitar toda clase de excesos, el abuso en la comida, el alcohol u otras sustancias. Amén.

Padre Nuestro...

Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, los dolores y angustias de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Amen

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JESÚS CAE POR SEXTA VEZ

V. Te Adoramos oh Cristo y te bendecimos.

R. Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo.

JESÚS CAE POR NUESTROS PECADOS DE ENVIDIA

Lectura de la primera Carta de Pedro 2,1

“Rechacen, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias”.

V. Palabra de Dios.

R. Te alabamos Señor

REFLEXIÓN

Caemos cuando nos dejamos tentar por la envidia. En la actualidad la envidia es un pecado muy escondido y difícil de percibir ya que aquel que la experimenta suele verla como algo normal y no como un pecado; la envidia nace cuando considero que tengo menos que los demás o no acepto los triunfos y capacidades de los demás.

ORACIÓN.

Nos levantamos cuando practicamos la caridad. Jesús ayúdanos a rechazar todo sentimiento de envidia. Te pedimos oh Señor, nos des un corazón lleno de amor para vencer la envidia en nuestra familia, el trabajo, el colegio y todos los lugares donde estemos.

Amén.

Padre Nuestro...

Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, los dolores y angustias de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Amen

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JESÚS CAE POR SEPTIMA VEZ

V. Te Adoramos oh Cristo y te bendecimos.

R. Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo.

JESÚS CAE CUANDO PECAMOS POR LA PEREZA

Del libro de los proverbios 15,19

“El camino del perezoso está lleno de espinos, la senda de los virtuosos esta allanada”.

V. Palabra de Dios.

R. Te alabamos Señor 

REFLEXIÓN

Caemos cuando nos dejamos tentar por la pereza, daña nuestra vida, nos paraliza y nos hace descuidar nuestra vida espiritual, afecta a las relaciones en la familia, amigos y en el trabajo. La pereza es la madre de todos los vicios. 

ORACION

Nos levantamos cuando practicamos la diligencia, el interés, la responsabilidad, el cuidado, la eficiencia y la prontitud en el cumplimiento de nuestras labores, obrando bien conforme a la voluntad de Dios. Señor derrama tu gracia para vencer el pecado de la pereza.

Amen

Padre Nuestro...

Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, los dolores y angustias de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Amen

ORACIÓN FINAL:

Dios todo Poderoso, te pedimos que podamos imitar la humildad y ejemplo de las virtudes de Jesús, quien se hizo hombre y se ofreció en la cruz para nuestra salvación. 

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amen

Dios te Salve, Reina y Madre…

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.Amén

ORACIÓN A SAN JOSÉ CON EL NIÑO

 Oh, san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos. 

Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, te tribute mi agradecimiento y homenaje. 

Oh, san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro. 

¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mí!

Amén. 



PARA SER SANTOS DEBEMOS CARGAR LA CRUZ

Toda la perfección cristiana consiste en querer ser santo, y para ello, debemos parecernos a Jesucristo llevando la cruz. Es tan limitado el número de los que quieren seguir a Jesús por el camino de la cruz, que apenas si hay uno por cada diez mil -como fue revelado, a varios santos, entre ellos a San Simón Estilita. 

Es tan reducido, que, si Dios quisiera agruparlos, tendría que gritarles, como en otro tiempo, por boca de un profeta.

El conocimiento práctico del misterio de la cruz se comunica a muy pocos. Para que alguien suba al Calvario y se deje crucificar con Jesucristo, es necesario que sea un valiente, un amigo de Dios; un hombre resuelto a sacrificarlo todo, emprenderlo y padecerlo todo por Jesucristo.

Aquellos que no tienen tal determinación andan sólo con un pie, vuelan sólo con un ala 

"El que quiera venirse conmigo, que me humillé y anonadé tanto que parezco más gusano que hombre (Salmo 22,7); conmigo, que vine al mundo solamente para abrazar la cruz, debe, a imitación mia, gloriarse sólo en la pobreza, las humillaciones y padecimientos de mi cruz: que reniegue de sí mismo.

¡Lejos de aquí los devotos orgullosos, que hacen resonar en todas partes el «en cuanto a mí» del orgulloso Lucifer: "No soy como los demás" que no pueden soportar que los censuren, sin excusarse; que los ataquen, sin defenderse; que los humillen, sin ensalzarse!


-San Luis de Montfort-




ESPÍRITU SANTO, SEÑOR Y DADOR DE VIDA


 

Al llegar de nuevo  San Pablo a la ciudad de Efeso, halló algunos discípulos que habían aceptado ya la fe cristiana y les preguntó: 

«¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe?» Ellos le contestaron: «Ni siquiera hemos oído si existe el Espíritu Santo» (Act 19,1-2). Aunque parezca increíble después de veinte siglos de cristianismo, si San Pablo volviera a formular la misma pregunta a una gran muchedumbre de cristianos, obtendría una respuesta muy parecida.

El primer motivo de esta general ignorancia obedece, quizá, a sus propias manifestaciones muy poco perceptibles para la inmensa mayoría de los hombres.

Se conoce bastante bien al Padre, se le adora y se le ama. ¿Cómo podría ser de otra manera? Sus obras son palpables y están siempre presentes a nuestros ojos. 

Conocemos, adoramos y amamos inmensamente también al Hijo de Dios.La historia tan conmovedora de su nacimiento, vida, pasión y muerte; la eucaristía, sobre todo.

Pero con el Espíritu Santo, nada hay más oculto que la acción del Espíritu Santo sobre nuestras vidas.

Sólo tres veces se ha manifestado bajo un signo sensible: en forma de paloma sobre Jesús al ser bautizado en el río Jordán, de nube resplandeciente en el monte Tabor y de lenguas de fuego en el cenáculo de Jerusalén.  Si el Espíritu Santo no es reconocido, no se puede expansionar, como quisiera ardientemente, sobre las almas y sobre el mundo cristiano. 

Nada hay ni puede haber de más difusivo que este divino Espíritu, que es personalmente el sumo bien; y, sin embargo, al tropezar con la rebeldía de nuestra libertad olvidadiza e indiferente, se siente como constreñido a replegarse y restringirse, a limitar su acción santificadora a muy contadas almas que le son enteramente fieles, a dar como con mano avara sus dones inefables, puesto que son muy pocos los que se los piden y menos todavía los que son dignos de ellos. 

Pero mucho más que el propio Espíritu Santo deberían dolerse los propios cristianos al verse tan poco instruidos y dignos de un Dios tan grande. Porque esto significa, ante todo, ignorar o despreciar la fuente misma de la vida sobrenatural y divina.

La Iglesia, en su Símbolo fundamental, reconoce expresamente al Espíritu Santo este estupendo atributo de conferir a las almas la vida sobrenatural:

"Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida" Sumerjámonos en el estudio de la persona adorable del Espíritu Santo y de su acción santificadora en la Iglesia y en las almas a través de sus preciosísimos dones y carismas.


-Antonio Royo Marín, EL GRAN DESCONOCIDO: El Espíritu Santo y sus dones-

LETANÍAS DE LAS SIETE CAÍDAS



Jesús pobre y abatido, ten piedad de mí Señor
Jesús no conocido y menospreciado, ten piedad de mí Señor.
Jesús aborrecido, calumniado y perseguido, ten piedad de mí Señor.
Jesús dejado de los hombres y del demonio tentado, ten piedad de mí Señor.
Jesús entregado y vendido por vil precio, ten piedad de mí Señor.
Jesús blasfemado, acusado y condenado injustamente, ten piedad de mí Señor.
Jesús vestido de un hábito de oprobios y afrentas, ten piedad de mí Señor.
Jesús abofeteado y burlado, ten piedad de mí Señor.
Jesús arrastrado con una soga al cuello, ten piedad de mí Señor.
Jesús tenido por loco y endemoniado, ten piedad de mí Señor.
Jesús azotado hasta derramar sangre, ten piedad de mí Señor.
Jesús pospuesto a Barrabás, ten piedad de mí Señor.
Jesús despojado de todas sus vestiduras con infamia, ten piedad de mí Señor.
Jesús coronado de espinas y saludado por burla, ten piedad de mí Señor.
Jesús cargado con la cruz de mis pecados, ten piedad de mí Señor.
Jesús triste hasta la muerte, ten piedad de mí Señor.
Jesús consumido de dolores, de injurias y de humillaciones, ten piedad de mí Señor.
Jesús afrentado, escupido, ultrajado y escarnecido, ten piedad de mí Señor.
Jesús pendiente de un madero infame entre dos ladrones, ten piedad de mí Señor.
Jesús aniquilado y sin honra para con los hombres, ten piedad de mí Señor.
Oración: Oh buen Jesús, que sufriste por mi amor una infinidad de oprobios y afrentas, que yo no puedo comprender; imprime poderosamente en mi corazón la estimación de tu paciencia y haz que desee imitarla. Amén.

Ahora se reza tres avemarías por las tres necesidades que tuvo María Santísima al pie de la cruz.

A las invocaciones que siguen se responde: Ten piedad de mí, Señor”.
¡Oh santísima cruz!
¡Oh inocente cordero!
¡Oh pena grave y cruel!
¡Oh pobreza de Cristo mi Redentor!
¡Oh llagas muy lastimadas!
¡Oh corazón traspasado!
¡Oh sangre de Cristo derramada!
¡Oh muerte de Cristo amargada!
¡Oh divinidad de Dios, digna de ser reverenciada!
Ayúdame Señor para alcanzar la vida eterna en la hora de mi muerte. Amén.

ESPERANZA EN LAS LUCHAS DE LA VIDA


 “Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras.” (Mt 16, 27)

Lo ha dicho Cristo, el Hijo de Dios vivo. Lo ha dicho la Verdad por esencia, Aquél que afirmó de Sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.” (Jn 16, 6) ¡Qué gozo y qué satisfacción tan íntima para el pobre corazón humano que siente ansia y sed inextinguible de inmortalidad! Nos lo asegura el mismo Dios: ¡somos inmortales! Llegará un día en que nuestros cuerpos, rendidos de cansancio por las luchas de la vida, se inclinarán hacia la tierra y descenderán al sepulcro, mientras el alma volará a la inmortalidad. Cuando el leñador abate con su hacha el viejo árbol carcomido, el pájaro que anidaba en sus ramas levanta el vuelo y se marcha jubiloso a cantar en otra parte.

(Antonio Royo Marín) 

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