Esta mañana en la comunión María me dio un cariñoso abrazo, diciéndome que ella sería mi querida madre siempre y quería tenerme bajo su protección.
Me pareció también entender que en todas mis obras, debía tener siempre intención de unir mis obras a todas las que ella hizo y a todos sus santísimos méritos; que me sirviera de ellos, cuando quisiera obtener alguna gracia; que pidiera siempre las gracias por los méritos de Jesús y de María; y que en todo y por todo le deje el dominio a ella.
Comprendí que en aquel punto debía hacer, en sus propias manos, una renuncia de mi voluntad. Hice esto durante esta renuncia. María santísima aceptó este acto, con suma alegría, y de nuevo dio un cariñoso abrazo a esta mi alma. Lo mismo hizo Jesús.
Todo lo que experimenté no es posible decirlo con palabras. Con esta demostración tan afectuosa de la santísima Virgen, para con esta mi alma, me parece que quedó en mí un amor especial hacia la misma.
Me parece sentirla continuamente junto a mí, que me enseña en todo y me recuerda la fidelidad, la obediencia, la caridad, la humildad y todas las virtudes. ¡Sea todo para gloria Dios!
-SANTA VERÓNICA GIULIANI-
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