Todos los que aman al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, con todas las fuerzas, y aman a sus prójimos como a sí mismos ¡Oh cuán bienaventurados y benditos y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo.
Somos esposos cuando, por el Espíritu Santo, el alma fiel se une a nuestro Señor Jesucristo.
Somos para él hermanos cuando hacemos la voluntad del Padre que está en los cielos.
Somos madres, cuando lo llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo, por el amor divino y por una conciencia pura y sincera; y lo damos a luz por medio de obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo.
¡Oh cuán glorioso, santo y grande es tener un Padre en los cielos!
¡Oh cuán santo y cuán amado, placentero, humilde, pacífico, dulce, amable y sobre todas las cosas deseable, tener un tal hermano y un tal hijo: Nuestro Señor Jesucristo!, quien dio la vida por sus ovejas.
-Escritos de San Francisco de Asís-
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