Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A Ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista,
el tacto, el gusto;
pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más verdadero que esta Palabra
de verdad.
En la cruz se escondía sólo la divinidad,
pero aquí se esconde también la humanidad;
sin embargo creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios.
Haz que yo crea más y más en Ti,
que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que das vida al hombre.
Concede a mi alma que de Ti viva
y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, límpiame con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto,
te ruego que se cumpla lo que tanto ansío.
Que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz a la vista de tu gloria. Amén.
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