Ángeles del Cielo, Hermanos Santos,
servidores delante de Dios.
Protéjannos contra nosotros mismos,
contra nuestra cobardía y tibieza,
egoísmo y avaricia; contra nuestra
envidia y desconfianza, suficiencia
y comodidad; contra nuestra soberbia
y deseos de ser apreciados.
Deslíguennos de los lazos del pecado
Quiten la venda que nosotros
mismos hemos anudado sobre nuestros ojos,
la cual nos impide ver la verdad.
Claven en nuestro corazón el aguijón
del Santo Temor de Dios, para que no
cesemos jamás de buscar
al Señor con pasión, arrepentimiento de
nuestras culpas y amor.
Busquen en nosotros la Sangre de Cristo
que se derramó por todos los hombres;
busquen las Lágrimas de nuestra Reina,
vertidas por nuestra causa;
busquen la Imagen de Dios, a la cual
Él quiso asemejarnos por amor;
imagen destrozada y deteriorada en nosotros.
Ayúdennos a reconocer a Dios,
a servirlo, amarlo y adorarlo.
Ayúdennos en la lucha contra los
poderes de las tinieblas que nos rodean
y nos oprimen solapadamente;
protéjannos para que ninguno de
nosotros se pierda y para que,
un día, gozosos, podamos reunirnos
en la Felicidad eterna. Amén.
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