Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquellos grandes pasmos y terrores
que asaltaron vuestro angustiado Corazón
en el huerto, porque representándose
en vuestra imaginación todos los martirios
que el día siguiente habíais de padecer,
sufristeis en el cuerpo y en el alma
un mortal dolor.
Yo os ofrezco dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquella mortal tristeza que os
ocasionó el horror de la muerte
que os amenazaba, faltándoos muy poco
para expirar de dolor, como lo expresasteis
a vuestros amados discípulos con
aquellas palabras: "Triste está mi alma
hasta la muerte", esto es, afligida
con tristeza mortal.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquel acto humilde y devoto
con que en las más graves angustias,
queriendo orar a vuestro eterno Padre,
os postrasteis en tierra,
y por las mortales ansias y congojas
que oprimían vuestro purísimo Corazón.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquella oración resignada
con que pedisteis a vuestro Padre,
que si era posible, os dispensase el
amargo cáliz de vuestra muerte;
y conformando vuestra voluntad
con la voluntad divina dijisteis:
"Que no se haga mi voluntad,
sino la tuya".
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquella ardiente caridad con que
visitasteis a vuestros discípulos,
estando anegado en un mar de angustias,
exhortándolos a la vigilancia
y a la oración para que no
cayesen en la tentación.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquel misterioso consuelo
que os dio el Ángel, cuando vuestra
alma se hallaba llena de congojas.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquel profundo conflicto que os
puso en mortales agonías, explicando
vuestra gran aflicción con aquellas
palabras: " El Espíritu está pronto,
pero la carne lo resiste".
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquella firme perseverancia
en la oración, estando en el colmo
de vuestras aflicciones, agonizando
en mortales angustias, por el
remedio y salvación eterna
de los pecadores.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús,
por las Almas del Purgatorio,
aquella sagrada y preciosa Sangre que,
a fuerza de intenso dolor, sudasteis
en tanta abundancia que
corrió hasta la tierra.
(Devocionario en favor de las Almas del Purgatorio,
R.P. Antonio Donadoni)
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