b) Considerando despacio el pro y el contra y las consecuencias buenas o funestas que se pueden seguir de tal o cual acción.
c) Perseverando en los buenos propósitos, sin dejarse llevar de la inconstancia o negligencia.
d) Vigilando alerta contra los pecados de la carne, que busca pretextos y sutilezas para eximirse del cumplimiento del deber y satisfacer sus pasiones desordenadas.
e) Procediendo siempre con sencillez y transparencia, evitando toda simulación, astucia o engaño, que es indicio seguro de un alma ruin y despreciable.
f) Viviendo al día—como nos aconseja el Señor en el Evangelio—, sin preocuparnos demasiado de un mañana que no sabemos si amanecerá para nosotros, y que en todo caso estará regido y controlado por la providencia amorosísima de Dios, que viste hermosamente a los lirios del campo y alimenta a las aves del cielo (Mt. 6,25-34).
(Teología de la perfección cristiana, Antonio Royo Marín)
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