En cierta ocasión, yo me extrañaba de que Dios no diera la misma gloria en el cielo a todos los elegidos y temía que no todos fueran felices. Entonces Paulina me dijo que fuera a buscar el vaso grande de papá y que lo pusiera al lado de mi diminuto vasito, y que luego los llenara de agua. Después me preguntó cuál de los dos estaba más lleno. Yo le dije que estaba tan lleno el uno como el otro y que era imposible echar en ellos más agua de la que podían contener.
Entonces mi Madre querida me hizo comprender que en el cielo Dios daría a sus elegidos tanta gloria como pudieran contener, y que de esa manera el último no tendría nada que envidiar al primero. Así, poniendo a mi alcance los más sublimes secretos, sabías tú, Madre, dar a mi alma el alimento que necesitaba...
Santa Teresita del Niño Jesús (Historia de un alma)
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