«No sabemos del Espíritu Santo sino lo que la revelación
nos enseña. ¿Y qué nos dice la revelación?
Que pertenece a la esencia infinita de un solo Dios
en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Ese es el misterio de la Santísima Trinidad.
nos enseña. ¿Y qué nos dice la revelación?
Que pertenece a la esencia infinita de un solo Dios
en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Ese es el misterio de la Santísima Trinidad.
La fe aprecia en Dios la unidad de naturaleza y
la distinción de personas.
El Padre, conociéndose a sí mismo, enuncia, expresa
ese conocimiento en una palabra infinita, el Verbo, con
acto simple y eterno.
Y el Hijo, que engendra el Padre
es semejante e igual a Él mismo, porque el Padre le
comunica su naturaleza, su vida, sus perfecciones.
El Padre y el Hijo se atraen el uno al otro con amor
mutuo y único.
es semejante e igual a Él mismo, porque el Padre le
comunica su naturaleza, su vida, sus perfecciones.
El Padre y el Hijo se atraen el uno al otro con amor
mutuo y único.
¡Posee el Padre tanta perfección
y hermosura tan absolutas! ¡Es el Hijo imagen tan perfecta del
Padre! Por eso se dan el uno al otro, y ese amor mutuo,
que deriva del Padre y del Hijo como de fuente única,
es en Dios un amor subsistente, una persona distinta
de las otras dos, que se llama Espíritu Santo.
y hermosura tan absolutas! ¡Es el Hijo imagen tan perfecta del
Padre! Por eso se dan el uno al otro, y ese amor mutuo,
que deriva del Padre y del Hijo como de fuente única,
es en Dios un amor subsistente, una persona distinta
de las otras dos, que se llama Espíritu Santo.
Pero es Dios lo mismo que el Padre y el Hijo,
posee como ellos y con ellos la misma y única naturaleza
divina, igual ciencia, idéntico poder, la misma bondad, igual
majestad.»
(El Espíritu Santo en la Trinidad, Antonio Royo Marín)
No hay comentarios:
Publicar un comentario