Cuenta Javier Martín una antigua leyenda, de la Edad Media:
«Un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer momento se procuró un "chivo expiatorio", para encubrir al culpable.
El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas esperanzas de escapar al terrible veredicto: ¡La horca!
El juez, también comprado, cuidó no obstante, de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado:
"Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu destino:
Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras CULPABLE e INOCENTE. Tú escogerás, y será la mano de Dios la que decida tu destino".
Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: 'CULPABLE'.
La pobre víctima, se encomendó a Dios, y se dio cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.
Pero Dios le inspiró la solución. Tomó uno de los papeles doblados y se lo tragó.
El juez, indignado, dijo: “Y ahora,¿cómo vamos a saber el veredicto...?"
"Es muy sencillo, respondió el hombre, es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué".
Tuvieron que liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, pidiendo ayuda a Dios. "Lo que es imposible para el ser humano, es posible para Dios"».
(Para Salvarte, P. Jorge Loring)
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