En el Evangelio hay una advertencia de Jesús que
nunca debemos olvidar:
"Orad, para no caer en tentación. Porque el espíritu esta pronto pero la carne es débil" (Mt 27, 41)
Por eso nosotros, al sentir el ataque del mundo, del
demonio y de la carne, ¿nos quedaremos sin pedir ayudas del Señor Dios de los ejércitos?
Hay que decirle con el Salmo:
"Mira Señor que me atacan, y no tengo a dónde
huir. Pelea Tú Señor, contra los que me hacen la guerra" (Sal 34).
Un remedio muy útil: muchísimas personas han experimentado con gran provecho para lograr conseguir la victoria contra las tentaciones el mirar fijamente y con cariño el crucifijo, y mientras se va pensando en cada una de las heridas de Jesús, las de las manos, los pies y el costado, decirle con san Bernardo:
"Señor: cuando el gavilán traicionero de mis tentaciones me ataca para quitarme la
vida de la gracia y de la amistad con Dios, yo como tímida avecilla vuelo con mi pensamiento a esconderme en esas grietas salvadoras de mi Roca, en esas tus cinco heridas, y allí logro verme libre del enemigo traidor".
Debemos pensar en la Pasión y Muerte de Jesús, este
provechoso recuerdo logrará ir alejando los pensamientos dañosos.
No nos dediquemos a recordar las impurezas que hemos tenido, ni siquiera para lamentarlas y rechazarlas, sino que considerándolas como obras del demonio tratemos de no pensar jamás en ellas. Y en estas situaciones de dificultad demostremos que sabemos recurrir a la Virgen Santísima. Ella siempre ayuda admirablemente.
(Combate espiritual, P. Lorenzo Scúpoli)
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