A los pies del Señor, Oh Jesús escondido, Amor eterno,
Vida nuestra, Divino Insensato que Te has olvidado
de Ti Mismo y nos ves solamente a nosotros.
Aún antes de crear el cielo y la tierra,
nos llevabas en Tu Corazón.
Oh Amor, oh abismo de Tu humillación,
oh misterio de felicidad,
¿por qué es tan pequeño el
número de los que Te conocen?
¿Por qué no encuentras reciprocidad?
Oh Amor Divino,
¿por qué ocultas Tu belleza?
Oh Inconcebible e Infinito, cuanto más Te conozco
Te comprendo menos; pero como no alcanzo
a comprenderte, comprendo más Tu grandeza.
No envidio el fuego a los serafines,
porque en mi corazón tengo depositado un don mayor.
Ellos Te admiran en éxtasis,
pero Tu Sangre se une a la mía.
El amor es el cielo
que nos está dado ya aquí en la tierra.
Oh, ¿por qué Te escondes detrás de la fe?
El amor rasga el velo.
No hay velo delante de los ojos de mi alma,
porque Tú Mismo me has atraído
desde la eternidad al seno de un amor misterioso.
Oh indivisible Trinidad, único Dios,
a Ti honor y gloria por todos los siglos.
(Santa Faustina, Diario de la Divina Misericordia)
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