¿QUÉ ES LA ORACIÓN?, ¿CUALES SON LAS DIFERENTES FORMAS DE ORAR? ¿CÓMO ORAR BIEN?
Qué es la oración
En castellano se cuenta con dos vocablos para designar la relación consciente y coloquial del hombre con Dios: plegaria y oración. La palabra “plegaria” proviene del verbo latino precor , que significa rogar, acudir a alguien solicitando un beneficio. El término “oración” proviene del substantivo latino oratio , que significa habla, discurso, lenguaje.
Las definiciones que se dan de la oración, suelen reflejar estas diferencias de matiz que acabamos de encontrar al aludir a la terminología. Por ejemplo, San Juan Damasceno, la considera como «la elevación del alma a Dios y la petición de bienes convenientes» ; mientras que para San Juan Clímaco se trata más bien de una «conversación familiar y unión del hombre con Dios» .
La oración es absolutamente necesaria para la vida espiritual. Es como la respiración que permite que la vida del espíritu se desarrolle.
En la oración, el alma, conducida por el Espíritu Santo, se une a Cristo, maestro, modelo y camino de toda oración cristiana , y con Cristo, por Cristo y en Cristo, se dirige a Dios Padre, participando de la riqueza del vivir trinitario (Catecismo de la Iglesia católica). De ahí la importancia que en la vida de oración tiene la Liturgia y, en su centro, la Eucaristía.
Contenidos de la oración:
Los contenidos de la oración, como los de todo diálogo de amor, pueden ser múltiples y variados. Cabe, sin embargo, destacar algunos especialmente significativos:
Petición
Es frecuente la referencia a la oración impetratoria a lo largo de toda la Sagrada Escritura; también en labios de Jesús, que no sólo acude a ella, sino que invita a pedir, encareciendo el valor y la importancia de una plegaria sencilla y confiada. La tradición cristiana ha reiterado esa invitación, poniéndola en práctica de muchas maneras: petición de perdón, petición por la propia salvación y por la de los demás, petición por la Iglesia y por el apostolado, petición por las más variadas necesidades, etc.
Acción de gracias
El reconocimiento de los bienes recibidos y, a través de ellos, de la misericordia divina, impulsa a dirigir el espíritu hacia Dios para agradecerle sus beneficios, esto da lugar a un proceso que lleva a reconocer como don divino la totalidad de lo que acontece, no sólo aquellas realidades que la experiencia inmediata acredita como gratificantes, sino también de aquellas otras que pueden parecer negativas o adversas.
Consciente de que el acontecer está situado bajo el designio amoroso de Dios, el creyente sabe que todo redunda en bien de todos los hombres.
Adoración y alabanza
Es parte esencial de la oración reconocer y proclamar la grandeza de Dios, la plenitud de su ser, la infinitud de su bondad y de su amor.
«La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace sino por lo que Él es» (Catecismo, 2639).
Está por eso íntimamente unida a la adoración, al reconocimiento, no sólo intelectual sino existencial, de la pequeñez de todo lo creado en comparación con el Creador y, en consecuencia, a la humildad, a la aceptación de la personal indignidad ante quien nos trasciende hasta el infinito; a la maravilla que causa el hecho de que ese Dios, al que los ángeles y el universo entero rinde pleitesía, se haya dignado no sólo a fijar su mirada en el hombre, sino habitar en el hombre; más aún, a encarnarse.
Expresiones o formas de la oración
Oración vocal
Oración vocal es la que se hace utilizando fórmulas preestablecidas tanto largas como breves, es decir, jaculatorias, el Padrenuestro el Avemaría, el Señor mío Jesucristo, el Veni Sancte Spiritus , la Salve, el Acordaos ..., con la condición de que sean verdadera oración, es decir, que quien las recita lo haga no sólo con la boca sino con la mente y el corazón. Si esa devoción faltara, entonces, como afirma con expresión gráfica Santa Teresa de Jesús, no se puede hablar propiamente de oración «aunque mucho se meneen los labios».
La meditación
En un cristiano la meditación –a la que con frecuencia se designa también oración mental– implica orientar el pensamiento hacia Dios, puede desarrollarse de forma espontánea, con ocasión de los momentos de silencio que acompañan o siguen a las celebraciones litúrgicas o a raíz de la lectura de algún texto bíblico o de un pasaje autor espiritual. En otros momentos puede concretarse mediante la dedicación de tiempos específicamente destinados a ello.
En todo caso, implica deseo de profundizar en el conocimiento de Dios y de su voluntad, puede afirmarse que «la meditación es, sobre todo, una búsqueda» (Catecismo, 2705) para encontrarse con Dios.
La oración contemplativa
El desarrollo de la experiencia cristiana, conducen a una comunicación entre el creyente y Dios cada vez más continuada, más personal y más íntima. En ese horizonte se sitúa la oración a la que el Catecismo califica de contemplativa, que es fruto de un crecimiento en la vivencia teologal del que fluye un vivo sentido de la cercanía amorosa de Dios; en consecuencia, el trato con Él se hace cada vez más directo, familiar y confiado, hasta llegar a vivir en íntima comunión con Él.
Condiciones y características de la oración
La oración, como todo acto plenamente personal, requiere atención e intención, conciencia de la presencia de Dios y diálogo efectivo y sincero con Él.
Condición para que todo eso sea posible es el recogimiento.
Otra de las condiciones de la oración es la confianza . Sin una confianza plena en Dios y en su amor, no habrá oración sincera y capaz de superar las pruebas y dificultades.
No se trata sólo de la confianza en que una determinada petición sea atendida, sino de la seguridad que se tiene en quien sabemos que nos ama y nos comprende, y ante quien se puede por tanto abrir sin reservas el propio corazón (cfr. Catecismo , 2734-2741).
En ocasiones la oración es diálogo que brota fácilmente, incluso acompañado de gozo y consuelo, desde lo hondo del alma; pero en otros momentos –tal vez con más frecuencia– puede reclamar decisión y empeño. Puede entonces insinuarse el desaliento que lleva a pensar que el tiempo dedicado al trato con Dios carece sentido (cfr. Catecismo , n. 2728). En estos momentos, se pone de manifiesto la importancia de otra de las cualidades de la oración: la perseverancia .
La razón de ser de la oración no es la obtención de beneficios, ni la busca de satisfacciones, complacencias o consuelos, sino la comunión con Dios; de ahí la necesidad y el valor de la perseverancia en la oración, que es siempre, con aliento y gozo o sin ellos, un encuentro vivo con Dios (cfr. Catecismo , 2742-2745, 2746-2751).
(José Luis Illanes)
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